Monday, June 9, 2025

Descartes, entre Aristóteles y Platón, la trampa invertida

Hay una paradoja que debilita a la filosofía occidental —no sólo la moderna—, por la base platónica de su epistemología; que no es platónica, sino de la crítica aristotélica de Platón, manipulada por Descartes como autoridad. Platón plantea la excelencia de la Razón, pero no como primacía lógica sino como su culminación por esa excelencia; con lo que de hecho cumpliría su desarrollo lógico, desde una alta a una baja entropía, partiendo de la intuición.

Sólo que esa intuición es experiencial, no un concepto claro y distinto, que es la naturaleza del concepto racional; ya que como reminiscencia —y aún hay que ver lo que esto significa— proviene de la experiencia, no de la razón misma. Por su parte, la reminiscencia es explicable en su ambigüedad, en una fragmentación cuántica de la memoria; que ilustra la transmigración como reciclaje de partículas del caos originario, en el lenguaje irracional del pensamiento clásico.

Aquí el problema es entonces de anacronía, en tanto el Racionalismo es un postulado típicamente neoclásico; que como exceso propio del barroco, redujo no sólo la exuberante estética clásica a la sobriedad clasicista.

Como al arte clásico, el racionalismo neoclásico racionalizaría también la tradición de pensamiento desde el fisiologismo; que no habría cambiado de naturaleza sino sólo de objeto, hasta el establecimiento de la lógica por Aristóteles. Esta misma, como todo el pensamiento anterior al suyo —incluido Platón— era intuitivo, como el mito clásico; pero la Lógica deviene en instrumento de racionalización del pensamiento justo a partir de Descartes, no antes.

Hasta entonces, la filosofía tiende naturalmente al racionalismo escolástico, con apoteosis como la de los universales; pero esto es sólo una desnaturalización progresiva, que encuentra su propia apoteosis en el método cartesiano. A su vez, esto no supera ni desplaza a la lógica, sino que la afina en su función instrumental, subordinándole la intuición; pero asentando con ello la Razón como único parámetro de objetividad, dando lugar al relativismo moderno.

Nada de eso estaba en Platón, ni en los fisiologistas ni en Pitágoras, ni siquiera en Aristóteles, aunque este lo provoca; ya que su comprensión de Platón es parcializada, al criticar la metafísica funcional de su teoría de las ideas. Platón no postula una trascendencia paralela a lo inmanente, sino que hace representaciones cognitivas, no conceptuales; en esa naturaleza figurativa del pensamiento pre-aristotélico en que nace el fisiologismo, y por la que él elabora el mito.

Es en esta naturaleza figurativa que Platón postula el mundo de las ideas, pero no como una actualidad fenoménica; sino como un distanciamiento estructural, propio del acto de conocimiento como existencial, y en ello epifenoménico. Más contemporáneo, y curiosa y recurrentemente desde la estética, Antonín Artaud postularía el extrañamiento; y en ese mismo esteticismo —que funda al pragmatismo de Peirce— Lezama Lima postula los eros de la lejanía y lo cercano.

Es en ese contexto figurativo que Platón reconoce la primacía de la experiencia, como base sensible del conocimiento; que la modernidad negará en Descartes, sobre la base lógica de Aristóteles, aunque desde la autoridad de Platón. Eso, en medio de otros desarrollos diacrónicos, como el del capitalismo moderno en el mercantilismo desde el siglo XVI; determinando a la economía en el consumo antes que la producción, conduciendo a la revolución del siglo XVIII.

Esto es importante, porque la revolución científico técnica es así producto y no causa del capitalismo moderno; reproduciendo en sí mismo la dinámica secularizadora de la expansión del comercio fenicio en la Grecia arcaica. Esto sin embargo ocurre como contexto del sujeto como parámetro de racionalidad, desconocido al mundo antiguo; para el que el conocimiento era relativamente objetivo, justo porque partía de la experiencia, incluso como reminiscencia.


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