Monday, July 28, 2025

Virginia introducción a la cultura ideológica norteamericana IV (final)

De vuelta a Virginia, la cuestión americana es entonces ontológica, y se refiere a la necesidad de esa expansión; que siendo de Inglaterra se refiere al desarrollo peculiar de esa cultura, en el contexto de la cultura moderna. En este sentido, Virginia no se funda como la utopía religiosa de Nueva Inglaterra, ni el emporio productivo de carolina; sino como una prolongación de la estructura monárquica inglesa, con su renovación en un carácter popular de su burguesía.

Por tanto, Virginia no es un proyecto sino una proyección empresarial, organiza en la satisfacción de esta necesidad; que es así de crecimiento, con esa renovación de su aristocracia, en la emergencia de una naturaleza popular. Recuérdese que la aristocracia inglesa es la única que evoluciona orgánicamente a la burguesía industrial moderna; y no tiene reparo en acudir a la alta burguesía norteamericana, en busca de su propia recapitalización.

En contraste con esta aristocracia, la francesa se estanca —como se ha visto— por el absolutismo monárquico; mientras la española se disuelve en la clase media por su especialización militar, igual que la disidencia de la francesa.  La organización norteamericana es por tanto autorregulada, como en el ideal religioso, pero pragmáticamente; dado que se estabilidad en la moderación de jerarquía sin absolutismo, propiedad sin avaricia, libertad sin anarquía, etc.

Esa necesidad no es entonces económica ni teológica, sino estructural, políticamente formalista en su dinámica; respondería —como Cromwell—a la proyección carismática de Alfredo el Grande, como una monarquía popular. Eso será lo que explique la peculiaridad de la cultura inglesa, como la única mantiene siempre a la corona en jaque; ninguna dinastía inglesa se pierde en el tiempo, y son representativas en su dependencia de la clase popular.

Ninguna otra cultura en Europa tiene esa característica, y por eso sus aristocracias se pierden en el elitismo; incluso Carlos II tuvo eso en cuenta, y negocio su ascendencia sin apelar a una legitimidad divina, como James II. La solución de Carlos II pasa por el carisma personal, casi como en España, pero con un carácter aún más popular; dada la fuerza aristocrática de su burguesía, en contraste con el profesionalismo militar con que se disuelve la española.

Cromwell habría sido en esto la emergencia de la clase media a su apoteosis, pero debilitada por su improductividad; que es así lo que resuelve la extensión americana, en una conciliación profesional de la burguesía, como popular. Esto hace de Virginia no una colonia (1607), sino una proyección contradictoria del carácter inglés más profundo; en una derivación desplazada y reactiva frente al desarrollo político europeo, que se estancará en Westfalia (1648).

Alfredo el Grande es un tipo de centralidad monárquica, que se sostiene en el consenso y la resistencia popular; en un modelo menos absolutista y más representacional, desde el inicio, que el que derivado de la dinastía carolingia. Esto no desaparece con los normandos, sino que queda latente, en la resistencia que se formaliza con la Magna Carta; base a la vez del parlamentarismo, posible en el derecho consuetudinario, por su falta de instrumentos trascendentes.

Virginia retoma ese imaginario pre-normando, aunque no como reino sino como modelo político de su sociedad; que se resuelve en la pequeña aristocracia rural (gentry), por su tenso equilibrio permanente con el poder central. La monarquía inglesa ni siquiera se origina en un mito trascendente, ni produce un rey sol o una majestad sagrada; y es en este sentido que Virginia encarna el drama de la historia política de Estados Unidos, en esa tensión originaria; que es el equilibrio —siempre precario— entre la aristocracia, el pueblo y poder central de su clase media.

Virginia no es así únicamente una colonia, sino un espejo del alma inglesa, antes del trauma normando y su absolutismo; por eso deviene en un principio de estabilización, como conservación estructural de la proyección política. La política norteamericana es entonces la metafísica de su cultura, desde la fundación de Virginia como potencia absoluta; que refleja y prolonga el constitucionalismo inglés como forma, como forma única de soberanía en la viabilidad de la república.

 

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