De vuelta a Virginia, la cuestión americana es entonces ontológica, y se
refiere a la necesidad de esa expansión; que siendo de Inglaterra se refiere al
desarrollo peculiar de esa cultura, en el contexto de la cultura moderna. En
este sentido, Virginia no se funda como la utopía religiosa de Nueva
Inglaterra, ni el emporio productivo de carolina; sino como una prolongación de
la estructura monárquica inglesa, con su renovación en un carácter popular de
su burguesía.
Por tanto, Virginia no es un proyecto sino una proyección empresarial,
organiza en la satisfacción de esta necesidad; que es así de crecimiento, con
esa renovación de su aristocracia, en la emergencia de una naturaleza popular.
Recuérdese que la aristocracia inglesa es la única que evoluciona orgánicamente
a la burguesía industrial moderna; y no tiene reparo en acudir a la alta
burguesía norteamericana, en busca de su propia recapitalización.
En contraste con esta aristocracia, la francesa se estanca —como se ha
visto— por el absolutismo monárquico; mientras la española se disuelve en la
clase media por su especialización militar, igual que la disidencia de la
francesa. La organización norteamericana
es por tanto autorregulada, como en el ideal religioso, pero pragmáticamente;
dado que se estabilidad en la moderación de jerarquía sin absolutismo,
propiedad sin avaricia, libertad sin anarquía, etc.
Esa necesidad no es entonces económica ni teológica, sino estructural, políticamente
formalista en su dinámica; respondería —como Cromwell—a la proyección
carismática de Alfredo el Grande, como una monarquía popular. Eso será lo que
explique la peculiaridad de la cultura inglesa, como la única mantiene siempre
a la corona en jaque; ninguna dinastía inglesa se pierde en el tiempo, y son representativas
en su dependencia de la clase popular.
Ninguna otra cultura en Europa tiene esa característica, y por eso sus
aristocracias se pierden en el elitismo; incluso Carlos II tuvo eso en cuenta,
y negocio su ascendencia sin apelar a una legitimidad divina, como James II. La
solución de Carlos II pasa por el carisma personal, casi como en España, pero
con un carácter aún más popular; dada la fuerza aristocrática de su burguesía, en
contraste con el profesionalismo militar con que se disuelve la española.
Cromwell habría sido en esto la emergencia de la clase media a su
apoteosis, pero debilitada por su improductividad; que es así lo que resuelve
la extensión americana, en una conciliación profesional de la burguesía, como
popular. Esto hace de Virginia no una colonia (1607), sino una proyección
contradictoria del carácter inglés más profundo; en una derivación desplazada y
reactiva frente al desarrollo político europeo, que se estancará en Westfalia
(1648).
Alfredo el Grande es un tipo de centralidad monárquica, que se sostiene en
el consenso y la resistencia popular; en un modelo menos absolutista y más
representacional, desde el inicio, que el que derivado de la dinastía
carolingia. Esto no desaparece con los normandos, sino que queda latente, en la
resistencia que se formaliza con la Magna Carta; base a la vez del
parlamentarismo, posible en el derecho consuetudinario, por su falta de
instrumentos trascendentes.
Virginia retoma ese imaginario pre-normando, aunque no como reino sino como
modelo político de su sociedad; que se resuelve en la pequeña aristocracia
rural (gentry), por su tenso equilibrio permanente con el poder central.
La monarquía inglesa ni siquiera se origina en un mito trascendente, ni produce
un rey sol o una majestad sagrada; y es en este sentido que Virginia encarna el
drama de la historia política de Estados Unidos, en esa tensión originaria; que
es el equilibrio —siempre precario— entre la aristocracia, el pueblo y poder
central de su clase media.

Virginia no es así únicamente una colonia, sino un espejo del alma inglesa,
antes del trauma normando y su absolutismo; por eso deviene en un principio de
estabilización, como conservación estructural de la proyección política. La
política norteamericana es entonces la metafísica de su cultura, desde la
fundación de Virginia como potencia absoluta; que refleja y prolonga el
constitucionalismo inglés como forma, como forma única de soberanía en la
viabilidad de la república.
Post a Comment