Monday, July 21, 2025

Virginia, introducción a la cultura ideológica norteamericana

Virginia fue la primera colonia inglesa permanente en América, después del intento fallido de Roanoke (1585 y 1587); también hubo otro, en la zona de la actual Carolina del Norte, organizada por Sir Walter Raleigh, también fracasada. Jamestown (1007) en cambio logró sobrevivir, convirtiéndose en esa primera colonia inglesa permanente en Norteamérica; llamada así en honor al rey James I de Inglaterra —IV de Escocia—, como Virginia debe su nombre a la reina virgen (Isabel I).

Isabel nunca apoyó de hecho o demasiado los intentos coloniales, pero el nombre se mantuvo incluso con los Stuart; y en tiempos de James I, ya era conocida como Virginia, con Jamestown curiosamente su primer enclave exitoso. A Virginia le siguieron Massachusetts y así sucesivamente, hasta la incorporación de las colonias del norte; que siendo tomadas —por transacciones— de los escoceses añaden su propia textura empresarial y metropolitana; junto a las que derivando de las colonias originales, por sus respectivos conflictos internos, de orden religioso.

De todo eso, lo que resalta es el diagrama ideológico cultural abierto con Virginia como centro fundacional del país; que se desarrollará en tensión constante, con la oposición del norte liberal e ilustrado y el sur aristocrático. Es un desarrollo singular y sinuoso, en el que Virginia afecta la conformación aristocrática de Carolina, con la suya propia; que no es clásica, sino formada desde la burguesía campesina, moviéndose a la posterior Carolina del Norte. La que se asienta en Charlestón, como capital de Carolina con su puerto metropolitano, sí es clásica y proviene del Caribe; de donde introduce la cultura de plantación, como el motor económico y base por tanto de la cultura del Sur.

Carolina sería una concesión de Carlos II de Inglaterra a un grupo de nobles, conocidos como señores de la tierra; en recompensa por su apoyo político, con los disturbios de la república primero y luego la restauración. Es el movimiento desde Virginia, por la atracción de esta vitalidad comercial, lo que establece a Carolina del Norte; en tanto se crea allí una cultura diferenciada por ese origen, que retiene el carácter empresarial de su fundación; y que se dispersaban por el fenómeno ya común de la disidencia religiosa, como característica misma de esa fundación.

En ese sentido, y a diferencia del metropolitanismo de Carolina del Sur, la del norte era más igualitarista y religiosa; con un espíritu anti aristocrático, por el que se resistirá a la autoridad central, sea esta estatal, federativa o colonial; con un fuerte perfil religioso, que esquiva el convencionalismo metodista, como básicamente cuáquero y bautista. Eso también significa que es menos dependiente de la esclavitud, que es propia de las grandes plantaciones; mientras su burguesía rural se componía mayormente de pequeños y medianos propietarios, de fuerte individualismo.

Esto constituye entonces a Virginia como una cultura de frontera (Apalachina), entre el Norte industrial y el Sur agrario; propia del Sur interior, que es antiesclavista e introduce su propia originalidad en el anti federalismo de la Guerra Civil. De ahí que Virginia sea una zona de transición, antes que propiamente sureña, con un carácter propio y suficiente; que retiene la primacía de ser la fundación misma del país, no sólo institucionalmente, sino sobre todo de su cultura.

Institucionalmente, Virginia albergó los primeros experimentos representativos, en la Cámara de los Burgueses (1619); con una élite educada, de fuerte influencia ilustrada, más propia del viejo Norte o incluso de Inglaterra directamente. Hay que destacar que aunque la cultura inglesa se deprime en el auge de la Ilustración moderna, es su verdadero origen; ya que la Francesa surge en la justificación política del republicanismo inglés, como primera apoteosis de la clase media.

De hecho, ni la revolución francesa ni la de Cromwell fueron burguesas sino de clase media, en el apogeo moderno; que es comercial y no industrial, como recuperación del mercantilismo clásico, con el otro apogeo del imperialismo inglés. De ahí el interés de la aristocracia disidente francesa en el republicanismo norteamericano, como suplente del inglés; contra su propia cultura absolutista en la monarquía francesa, que proviene también de la clase media medieval; explicando su rechazo —a medida que esta aristocracia deviene en burguesa— por esta clase media en la Modernidad.

 

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