Lo cubano en la anti poesía
Los talleres literarios son uno de esos vicios
con que la revolución cubana torció para siempre la cultura nacional; ya desde
la pretensión de que el arte se puede estimular directamente y que eso tenga un
sentido efectivo. Primero, partiría del contenidismo, que reduce el arte a su
discurso, como si alguien pudiera enseñarle nada a nadie; que es como se corrompió
la voluntad del artista, alimentándole la vanidad.
Desde ahí ya el arte perdería paulatinamente la excepcionalidad, para sumir sus objetos en un estándar de armonía tan objetiva como ineficiente; porque al alejarse del extremo individualismo de la experiencia, perdió también el carácter único de la perspectiva que aportaba. Además de eso, ahora ya se han distorsionado las relaciones con el objeto de arte, que no se consume sino que se analiza; haciendo de la mera exposición un debate absurdo, en el que se vuelve a violar la sagrada individualidad del artista.
No se trata de que todos sean igualmente maduros en su estética, sino que esa desigualdad tiene sentido; porque es esa extrema singularidad la que da sentido al arte en cuanto arte, por el valor único y original de su reflexividad. Así, cuando un poeta critica a otro poeta no es sólo soberbio sino también estúpido; porque está tratando de imponer a otra experiencia una determinación formal que es sólo suya, y con la que sólo conseguiría distorsionarlo, si algo.
Desde ahí ya el arte perdería paulatinamente la excepcionalidad, para sumir sus objetos en un estándar de armonía tan objetiva como ineficiente; porque al alejarse del extremo individualismo de la experiencia, perdió también el carácter único de la perspectiva que aportaba. Además de eso, ahora ya se han distorsionado las relaciones con el objeto de arte, que no se consume sino que se analiza; haciendo de la mera exposición un debate absurdo, en el que se vuelve a violar la sagrada individualidad del artista.
No se trata de que todos sean igualmente maduros en su estética, sino que esa desigualdad tiene sentido; porque es esa extrema singularidad la que da sentido al arte en cuanto arte, por el valor único y original de su reflexividad. Así, cuando un poeta critica a otro poeta no es sólo soberbio sino también estúpido; porque está tratando de imponer a otra experiencia una determinación formal que es sólo suya, y con la que sólo conseguiría distorsionarlo, si algo.
Dijo Borges que no hay poeta tan bueno que no
tenga el peor verso del mundo, ni tan malo que no tenga el mejor; de lo
que se trataría es de la irrelevancia de esa competencia, en la que sólo se
mostraría la inconsistencia de la pretendida poesía. Sobre todo, teniendo en
cuenta la necesidad de la tensión dramática en que se da el hecho reflexivo
como arte; y por el que un gerundio ni quita ni pone como gerundio, sino sólo
por su utilización concreta, envolviendo así hasta su contexto. Pretender que
los arcaísmos pueden ser excesivos es entonces tan banal y falso como la
intención de sencillez; porque en ambos casos se trata de una predeterminación,
tan ajena al acto mismo que sólo puede terminar en hacerlo prosaico.
Un heredero de Cintio Vitier hace la apología de quien sin dudas es una figura histórica de la literatura cubana; y en su exaltación cuenta cómo el inefable hizo el prólogo a un poemario no leído, que "de una manera tan vaga como mágica se apegaba a sus versos". La anécdota era para resaltar el humor del genio, y no percibió en ello su soberbia y deshonestidad; que esa manera tan vaga como mágica sólo era la ciencia concreta del descalabro de la cultura, disolviendo toda personalidad en un tecnicismo obtuso.
Puede uno imaginar al inefable Cintio engolando la voz, para musitar la sentencia sublime de "la técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica"; pues en definitive, la poesía no es hoy sino el ring donde los egos se maltratan el rostro unos a otros, bajo la égida del dios Savón. De nada vale tomarla con Cintio, que es sólo un sacerdote del pasado, pero sí advertir contra su discipulado perverso; que repite hasta en el exilio aquellas intrigas con que provocara la animadversión entre Virgilio Piñera y Lezama Lima, con esa grosería con que forzó su catolicismo en Orígenes.
Esa es la materia antipoética, que disfrazada de canon no es sino la convención vulgar en que se burocratiza la inteligencia; atrapando al genio para que no rebase el imperio de las oligarquías, al que vulgar aspira el simple burgués exiliado. ¿No es la Vitier una heráldica fundada en el heroísmo
pero corrompida en el incesto infinito que la afecta en sus genes?; sólo el pronto distanciamiento conseguiría mantener la tradición en los oficios distintos de la música, suerte que no corriera la Diego.
Ese despropósito se puede comprender, en el culto del idealismo martiano que lo explica; y que no alcanza el valor de la sistematización lógica, porque nace en el arrebato romántico, pero igual lo determina todo. De ahí el voluntarismo, que alza a la poesía en hombros de su ego para su propia exaltación; y que por eso mismo no duda en tirarla al piso para liarse a las trompadas con otro que la pretenda, sin darse cuenta de que es sobre sus despojos que se pelea.
Un heredero de Cintio Vitier hace la apología de quien sin dudas es una figura histórica de la literatura cubana; y en su exaltación cuenta cómo el inefable hizo el prólogo a un poemario no leído, que "de una manera tan vaga como mágica se apegaba a sus versos". La anécdota era para resaltar el humor del genio, y no percibió en ello su soberbia y deshonestidad; que esa manera tan vaga como mágica sólo era la ciencia concreta del descalabro de la cultura, disolviendo toda personalidad en un tecnicismo obtuso.
Puede uno imaginar al inefable Cintio engolando la voz, para musitar la sentencia sublime de "la técnica es la técnica y sin técnica no hay técnica"; pues en definitive, la poesía no es hoy sino el ring donde los egos se maltratan el rostro unos a otros, bajo la égida del dios Savón. De nada vale tomarla con Cintio, que es sólo un sacerdote del pasado, pero sí advertir contra su discipulado perverso; que repite hasta en el exilio aquellas intrigas con que provocara la animadversión entre Virgilio Piñera y Lezama Lima, con esa grosería con que forzó su catolicismo en Orígenes.
Esa es la materia antipoética, que disfrazada de canon no es sino la convención vulgar en que se burocratiza la inteligencia; atrapando al genio para que no rebase el imperio de las oligarquías, al que vulgar aspira el simple burgués exiliado. ¿No es la Vitier una heráldica fundada en el heroísmo
pero corrompida en el incesto infinito que la afecta en sus genes?; sólo el pronto distanciamiento conseguiría mantener la tradición en los oficios distintos de la música, suerte que no corriera la Diego.
Ese despropósito se puede comprender, en el culto del idealismo martiano que lo explica; y que no alcanza el valor de la sistematización lógica, porque nace en el arrebato romántico, pero igual lo determina todo. De ahí el voluntarismo, que alza a la poesía en hombros de su ego para su propia exaltación; y que por eso mismo no duda en tirarla al piso para liarse a las trompadas con otro que la pretenda, sin darse cuenta de que es sobre sus despojos que se pelea.