El genio en contradicción
Marcado por una extraña fatalidad, Tomás Gutiérrez Alea [Titón] parece un genio condenado a la contradicción; pues su desarrollo juvenil en la vanguardia europea lo dirige a la vindicación del discurso popular. Es una cuestión de perspectivas, pues la vanguardia era un movimiento marcado a su vez por el interés estético en el drama político; pero que era, además, un drama en desarrollo, y que por eso tenía una progresión creíble hacia las vindicaciones populares del intelectualismo moderno. Un genio, en general, no tiene que comprender esa naturaleza suya; se trata de serlo, de la gran experiencia de realización, que así es culminante como un acto perfecto. De ahí esa extraña libertad, por la que un artista no tendría que tener un discurso o que ser consecuente con el que tenga; el arte es una naturaleza que lo signa, y el discurso es sólo lo que cree comprender en su acontecer político.
De ello la ambigüedad, que tan comúnmente lleva al artista a la contradicción; más grave cuando el artista queda preso de esa transición en que sus referencias pierden vigencia. De Titón se ha dicho que la revolución era un tic nervioso suyo, lo que es ofensivamente reductivo; porque ignora el drama del artista, que responde a una sensibilidad estética y en eso es algo distinto de un discurso. Nada más natural, que las búsquedas dramáticas del Neorrealismo italiano encontraran curso en la épica revolucionaria; no fue su culpa que esa épica se desvaneciera y los dejara sin piso bajo los pies, por lo que ni tic ni error, fatalidad. Eso sí, la pureza de la búsqueda misma, que sentó pautas para cuando madure el humanismo postmoderno; eso fue el cine de Gutiérrez Alea, que por suerte encontró lugar en ese nicho que salva al cine cubano con una idea de arte. Es ahí donde se aprecia que no se trata de alguna causalidad del discurso, que suele ser casual y recurrente; se trata del drama real que se esconde tras toda catarsis histórica, y él estuvo en la más intensa y emocional de todas, no importa si también errada.
De ello la ambigüedad, que tan comúnmente lleva al artista a la contradicción; más grave cuando el artista queda preso de esa transición en que sus referencias pierden vigencia. De Titón se ha dicho que la revolución era un tic nervioso suyo, lo que es ofensivamente reductivo; porque ignora el drama del artista, que responde a una sensibilidad estética y en eso es algo distinto de un discurso. Nada más natural, que las búsquedas dramáticas del Neorrealismo italiano encontraran curso en la épica revolucionaria; no fue su culpa que esa épica se desvaneciera y los dejara sin piso bajo los pies, por lo que ni tic ni error, fatalidad. Eso sí, la pureza de la búsqueda misma, que sentó pautas para cuando madure el humanismo postmoderno; eso fue el cine de Gutiérrez Alea, que por suerte encontró lugar en ese nicho que salva al cine cubano con una idea de arte. Es ahí donde se aprecia que no se trata de alguna causalidad del discurso, que suele ser casual y recurrente; se trata del drama real que se esconde tras toda catarsis histórica, y él estuvo en la más intensa y emocional de todas, no importa si también errada.
4 Comentários:
http://www.youtube.com/watch?v=5kKE1yp2VlE
http://www.youtube.com/watch?v=0993C4JeDJs
http://www.youtube.com/watch?v=RvpokDH6Ke0&feature=related
gracias ignacio.
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