Acerca de la propuesta neomarxista
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El neo marxismo existe desde el
instante mismo en que se creó una versión oficial, con el llamado marxismo
científico; que lo habría rebajado a una simple elaboración ideológica desde su
propia estructuralidad como filosofía, a partir de la interpretación leninista.
En este sentido, el neo Marxismo habría sido el marxismo no ortodoxo, propio de
la izquierda occidental; contrapuesto al marxismo científico, elaborado por las
universidades como escolástica, encargada de conciliar todas las tendencias en
función del estado soviético. Es decir, el Marxismo no se distinguiría en su
comportamiento del de las doctrinas religiosas; de las que reproduciría no sólo
la elaboración ideológica, dirigida a la legitimación del estado y proveerle
sus determinaciones formales; sino incluso, como en el caso del cristianismo
católico, una liturgia y una hagiografía o historia sagrada. No es extraño que
no poseyera misterios, si ya a estas alturas las religiones no necesitaban misterios
para su establecimiento en la órbita occidental; como lo demostraría el Islán
en primera instancia, pero también las derivaciones disidentes del Cristianismo
en las prácticas budistas, así como las formas más primitivas del mismo
evangelismo cristiano.
No obstante, tanto ese neo marxismo
—que más que neo era heterodoxo— como la doctrina oficial soviética se mueven
en torno el marxismo primitivo; es decir, una intuición filosófica novedosa, al
basarse en la interpretación de la historia a partir de sus relaciones
económicas, pero que todavía reproducirá los vicios de la filosofía moderna. En
efecto, el Marxismo es en este sentido una filosofía moderna, filo positivista
y tendiente a la reducción formal del racionalismo que caracteriza a la
Modernidad; todo ello originado en la misma raíz filoplatónica del agustinismo
católico, en contraposición al realismo aristotélico tomista. Eso no es
gratuito, se deberá a que la derivación de la filosofía como una especialidad
fuera de la subestructura religiosa respondía aún a la sujeción dogmática del
catolicismo; que a partir de su escolástica condicionó todo el desarrollo
filosófico del Realismo aristotélico-tomista al dogmatismo teológico
agustiniano-platónico.
Es en ese sentido que un Neomarxismo
real debería corregir esos vicios del absolutismo idealista, todavía visibles
en el origen objetivista del Materialismo; que aún como dialéctico o histórico,
dependerá del concepto absoluto de Materia y no de la estructuralidad
metafísica de lo real, aún si consiente en alguna metafísica. De hecho, el
libro supremo del Marxismo, el Capital, abunda en una profusa metafísica que
introduce a su teoría económica como base de la historia; no importa si esa
elaboración es suprimida en el cientificismo escolástico del Marxismo científico
u ortodoxo, que lo rebaja a doctrina ideológica; pero que aún, de todas formas,
no se organiza en torno a la realidad sino que se acerca a la misma en una
comprensión primitiva, sin concederle una objetualidad propia. Ese es el
sentido de este nuevo acercamiento al Marxismo, en tanto corrección de aquellos
vicios del idealismo incluso si objetivo; su postulación como una forma propia
del realismo que lo concilie con sus propias expectativas históricas,
incongruentes con esa naturaleza seudo realista que tiene su elaboración
objetivista en el concepto de Materia; que es absoluto sin que lo pueda evitar
en ese idealismo que lo caracteriza en un valor conceptual, no como mera
referencia cognitiva sino de valor propio como realidad.
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