Bernal Díaz del Castillo y la literatura de su relación
Famoso
hasta el punto de la convencionalidad, el inventario de las naves de la Ilíada
es sin dudas un pasaje bello y poderoso; menos famoso y por ello menos
convencional, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España por
Bernal Díaz del Castillo posee un minucioso inventario de caballos hacia el
final del capítulo XXIII. El del español es tan bello y poderoso como el del
griego, pero con una categoría de cuasi clásico pasa desapercibido este pasaje
suyo; lo que hace dudar de la verdadera consistencia de los que pregonan la
belleza del griego desconociendo esta, que la reproduce.
Más interesante que
eso, si la historicidad de la figura de Homero es dudosa, no lo es su identidad
literaria; prueba al canto, la Odisea, que siendo otro libro con personalidad
propia y madurez, le es también atribuido, logrando sentar con ello el canon
literario de Occidente. Menudo valor, que se agranda ante la nimiedad de los
intereses del Bernal, que no son literarios; de hecho, estos intereses del Bernal
son estrictamente históricos, corrigiendo constante las licencias y tropelías que
comete un tal historiador Gómara que lo antecede en el esfuerzo.
Es probable
que el del Castillo conociera la Ilíada, pero no mucho, dado que no peca de
ilustrado ni especialmente interesado en esos menesteres; y aquellos tiempos,
bien se sabe, eran previos al snobismo exhibicionista de la postilustración. Bernal, pareciera
un hombre basto cuyas luces alcanzan a la escritura y la lectura pero no más;
aunque ha de reconocerse que el inventario tiene algo de gracioso exceso sin
mayor sentido, con el que el autor se regodea… literariamente; sobre todo si se
tiene en cuenta que toda la relación apela a la memoria en un esfuerzo
titánico, cincuenta años después de lo que narra y provocado por el escándalo
de los errores del Gómara.
Que Bernal conociera la Ilíada es poco probable —aunque
aún así posible— entonces, pero su gracioso ditirambo resulta en todo caso
asombroso; si bien es cierto que el inventario de caballos es menos extenso que
el de los barcos del griego, lo que es lógico pensando que no se trata de un
ejército numeroso sino de un bando de aventureros. Conocer el relato homérico y
emularlo también significaría reconocerlo como un canon, en un nivel de
especialización que debería mostrar otros frutos paralelos; pero el Bernal Díaz
del Castillo nos deja con esa incógnita de su extraña personalidad, como un
aventurero con insólitos devaneos literarios.
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