Monday, March 16, 2015

De Ætérnitatiis

La larga procesión sacerdotal se detuvo ante el majestuoso Consejo Superior Universitario, y cada lama sostenía en su mano izquierda una rama de pino seco; era insólito, según la última circular del protocolo de gobierno, aquella ceremonia se había diseñado de oficio, puro formalismo, pues nadie pensó que algún día fuera necesaria. El Consejo Superior Universitario guardó silencio, esperando la declaración, que ya se adelantaba a leer el lama de Iberia; las palabras, en el sánscrito restaurado por la Confederación Lingüística Mundial, no traslucían en su serena musicalidad la honda consternación del discurso. ¡Oh!, suprema dinastía que rige al mundo como última emanación búdica, recitaba; ¡oh!, hermanos que nos prosiguen en los senderos del sansara, y que a su vez preceden a los vastos pueblos en la iluminación.

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He aquí, hemos descubierto un misterio inaudito, que muestra los alcances de nuestra verdad; sabed, ¡oh!, Supremo Consejo Universitario, que varios siglos al comienzo de la era anterior, cuando ya hacía mucho que naciera el que llamaran el Cristo, ocurrieron estos hechos insólitos: En el monasterio de Sébrag, se encontró una fisura molecular que quebraba el tejido férreo de los tiempos. Un monje perdió la serenidad, y relataba que al entrar en su habitación ésta había desaparecido; en su lugar se encontraba un inmenso salón lleno de gente, como un mercado cubierto; las gentes se dirigían por unos pasillos al interior de unos pájaros metálicos, que luego cargaban unos genios invisibles para transportarlos; ahora sabemos que esos pájaros eran aviones, y que aquel mercado cubierto era un aeropuerto. Otro monje se dirigió al comedor, y en vez de eso entró a la habitación de un pintor en el lejano y todavía futuro país de Rusia; el pintor hacía figuras que volaban semi distorsionadas por sus cuadros, y el monje pensó que reflejaban la levedad que él buscaba para las pinturas religiosas; es así que nuestros ángeles y divinidades abandonaron sus cabalgaduras mágicas y se distribuyeron etéreas en el cuadrado de nuestras telas sagradas.

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Poco después, parece que la misma expansión del universo físico reparó la fisura en el tejido espacio tiempo del monasterio de Sébrag; pero se sabe ahora que en los alrededores del primer cuarto del siglo XX o finales del XIX, un pintor ruso descubrió en una tanka tibetana unas figuras que volaban semi distorsionadas por el cuadrado santo. Parece que el pintor pensó que esa levedad reflejaba mejor que nada el ansia liberadora que las comprimía en los paisajes, según los teóricos. Por todo ello sabemos que en algún punto que aún existe se comenzó el trazado de un círculo; y que por tanto, en medio del tiempo existe una eternidad. Eso es grave y profundo, Supremo Consejo Universitario, y así como ustedes nosotros estamos estupefactos; entendamos, no se trata de la eternidad, que es la suma inimaginable de todos los tiempos; sino de una eternidad menor y singular, escondida en ellos. Nuestros antepasados del Tibet ya se habrán acercado a la luz del Buda, o se sumergieron aún más en el sansara; el pintor ruso, que parece haber sido genial, hoy es oscuro, como los estetas que lo ensalzaron. Sin embargo, él y los monjes que nos antecedieron se suceden y superponen para siempre en la paternidad de los hombres voladores en la pintura universal. Es por eso que estamos consternados, pues no sabemos si este misterio es propio de nuestra historia sagrada o de vuestra historia del arte.

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Los monjes se retiraron de la sala del Supremo Consejo Universitario como habían llegado, en silencio y cada uno con una rama de pino seca en la mano izquierda; algún tiempo después, la Sociedad de Gobernatura Mundial se disolvió por graves diferendos protocolares. Por una parte, el Supremo Consejo Universitario exigía la adhesión de la Iglesia Budista Universal a las exigencias teóricas de su Comisión de Investigación Estética; mientras, la Iglesia Budista Universal reclamaba el acatamiento por la Comisión de Investigación Estética del patrocinio por su Congregación para la Doctrina del Budismo.


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