Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias 2015!
Por Ignacio T. Granados
Foto: Café Fuerte |
No importa las críticas que se le hagan por su
literatura llorona, esta vez hay que felicitar a Leonardo Padura por alzarse
con el premio Princesa de Asturias; primero porque no es poca cosa, y segundo
por el sentido mismo de la distinción, que corona una tradición de fe y trabajo
personal. También para comenzar, cualquier crítica de oportunismo al drama recurrente y de falso
existencialismo de Padura es hipócrita; porque justo después de las grandes epopeyas
antiguas —hace mucho tiempo—, lo único que da consistencia e impacto dramático
a una obra es su consonancia con el entorno histórico; es decir, el difícil
sentido de la oportunidad, con un fatalismo del que sólo se salva la pretensión
del drama de ser metafísico, pero no el que se recrea en lo anecdótico. A la
vez hay que reconocer que su literatura se resuelve muy bien, equilibrando la
funcionalidad de la prosa —que no trascenderá por giros inusitados— con una
magnífica dramaturgia; cuyo único fallo es el exceso lacrimógeno que lo hace
falsamente existencial, en lo que por otra parte puede ser un virtuoso efecto
teatral —cliché— si menos abusado, aunque pésimo en cinematografía.
Comprar en Kindle |
Sobre el premio mismo, significaría que —gustos
aparte— Padura es de los pocos autores cubanos lo suficientemente maduro como
para batirse solo en el ambiente desprotegido del mercado internacional; una cualidad
que pocos autores cubanos pueden exhibir, justo por ese ambiente protegido del
mercado nacional, que es la mejor ficción de esa literatura, más subvencionada
que un estudiante con becas universitarias, y de un parasitismo atroz. Siempre
al margen de gustos personales, Padura supo imponerse, incluso desde el margen;
proviniendo del periodismo, como la mayoría de los autores contemporáneos de
otra nacionalidad, y con una dramaturgia singular, de valor entonces crítico y
vocación de futuro. El premio viene así a terminar con el excepcionalismo de la
literatura cubana, más falso que ese existencialismo de Padura y más pernicioso
también; dejando claro que todo autor
que se respete ha de enfrentarse al mundo en buena lid —Padura le narigueó el
premio al notable Haruki Murakami—, lo mismo para perder dignamente que para
triunfar en un mercado que no admite la dignidad, lo que es completamente
secundario.
Otros libros en Kindle |
Está claro que Padura optó desde un inicio por
esta proyección, a diferencia del resto, que hasta en el supuesto exilio sigue
optando por esa encerrona del mercado nacional con máscara de exterior; y le
salió bien, supo hacerlo muy bien, como viene a corroborarlo este premio, uno
de los más prestigiosos de su tipo. Este premio es también la prueba de que eltítulo en que quiere tener la sosa inconsistencia Paul Auster es muy poco
afortunado, con lo bien que le quedan la más estridente de Pérez Reverte; lo
que va quedando como esos vaivenes en que se desarrolla la veleidosa madurez,
si en definitiva puede que aún no conozcamos su mejor literatura. Al fin y al
cabo, El hombre que amaba los perros
es un producto enteramente singular en su bibliografía, con la que comparte
sólo el lacrimeo en forma tangencial; y cuyos pretensiones de epopeya histórica
parece volver a explorar con Herejes —donde
reaparece esa Incongruencia fatal de Mario Conde—, como pidiéndonos dos títulos
más en el plazo para su mejor momento.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment