Los conceptos de realidad y materia en otra introducción al Neo-Marxismo
Por Ignacio
T. Granados Herrera
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El espíritu y la carne serían nociones
abstractas para comprender la realidad del ser humano, tal y como la forma y la
materia para todo lo real; es decir, que como opuestos complementarios permiten
la comprensión parcial de las cosas, que es la única posible; ya que en tanto
el sujeto cognoscente participa de esa misma realidad de su objeto en tanto real,
esta comprensión sólo es posible a través de su representación formal. Ya está
claro —o debería estarlo— que la noción del espíritu como una entidad separable
del cuerpo es un error platónico, originado por la tradición pitagórica; que lo
habría importado de los complejos sistemas teológicos orientales al contexto
filosófico griego, al que aportaría una unicidad sistemática, hasta entonces
sólo incipiente en el mismo. Sería en este sentido que habría que entender el
maniqueísmo religioso, como una priorización del desarrollo de lo espiritual en
oposición funcional a lo material; que en y como principio será una oposición
radical, reflejando la tensión crítica en que se relacionan ambas comprensiones
de lo real, como objetos respectivamente contradictorios en su superposición.
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Esa relación es crítica además, al reflejar el
problema de la subordinación funcional de un objeto al otro, en tanto es el que
determina al otro; pero cuando este que ejerce esa determinación es de suyo
abstracto y convencional, con un valor por tanto negativo y referencial
respecto al otro. Esto se refiere a que independiente de que la materia y la
forma se relacionen de modo intrínseco, la materia tiene una consistencia
propia y evidente; que es lo que le confiere ese valor positivo contrario a la
forma (espíritu), cuyo valor provendría de su afectación de la materia, siendo
por ello convencional y sin consistencia propia, de valor negativo. De ahí
también la otra recurrencia de su representación como referente moral, en la
determinación y hasta la resolución de todas las funciones negativas; que así,
en tanto se trata de la cultura como realidad artificial o tecnológica, queda
asociado a todo lo que se oponga a esa realización apoteósica determinada en lo
religioso; incluso cuando esa función es asumida por la subestructura económica,
en substitución de la religiosa con el desarrollo mismo de la estructura
política.
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Partiendo de ello además, por su oposición
natural, un intento de comprender la realidad en otra forma que el idealismo
tradicional sería materialista como principio; con la contradicción de que una
vez abstraída a un concepto, ya perdería su consistencia propia, y por tanto
toda efectividad de dicha comprensión. Esa habría sido la contradicción insuperable
del Materialismo, por más que se resolviera en una adecuación, como histórico o
dialéctico; y por lo que en últimas sólo se desarrolló como seudo realista, en
la crítica sistemática del Idealismo, del que entonces derivaría su
consistencia. El acercamiento más efectivo a la realidad sería entonces el Realismo,
que ya contendría en sí esos valores de dialéctico e histórico; comprendiendo
además esa complementariedad funcional en que se organizarían los fenómenos y
objetos, por la relación de su materia y su forma; que en propiedad se daría
como determinación formal de su materia o de esa materia suya en esa forma, bien
sea esta determinación interna (ontológica) o externa (histórica); o bien, como
sería más probable y lógico, proveniente de una relación entre ambos tipos de
determinación, en la realidad propia del
objeto o fenómeno de que se trate, y que es por lo que su comprensión sería de
suyo realista.
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La cuestión no sería entonces un concepto de
materia, que el materialismo tradicional (marxista) provee muy bien; sino
teniendo en cuenta que se trata solamente de un concepto, asumirlo en su valor
únicamente referencial, complementario al de Espíritu o Idea que ejerce su determinación.
Por otra parte, y comprendiendo que se trata de conceptos y por tanto de
valores referenciales, tampoco habría que asumir esa separación entre ambos de
modo efectivo; toda vez que en ambos casos se trataría de meras proyecciones formales
de la realidad, que sería a su vez tan solo otra abstracción; ya que la misma
realidad, tanto como la Materia y la Idea o el Espíritu serían convenciones
formales para comprender los fenómenos y objetos concretos; incluso si a partir
de principios generales, que sería en lo que su propia consistencia sea
metafísica, en tanto determinación de esos objetos y fenómenos.
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