Tuesday, June 16, 2015

Parábola del fariseo y el publicano

Por Ignacio T. Granados Herrera
El poder obnubilante del ascetismo espiritual es que te regala constante con la visión beatífica, que quizás ni sea tanto de la grandeza de Dios como de la propia nimiedad; cuando descubres por ejemplo que ser anti algo no es ser moralmente superior a ser ese algo, porque en definitiva es un valor negativo. La misma necesidad de esclarecerlo en lo que sólo se tomará como un ditirambo es parte de esa paradoja, que te sume en la perplejidad de una visión estática; porque al ocurrir las cosas dentro de la cultura como naturaleza artificial de lo humano, estas son así convencionales; y su contradicción es simplemente funcional, como una derivación por la que pueden seguirse desarrollando en esa convencionalidad.

Esta sería entonces la paradoja que explique la parábola del fariseo y el publicano como una conseja bíblica efectiva; no como un imposible valor moral, que permanece en la vacía perfección del fariseo, sino en la mayor posibilidad del publicano de proyectarse funcionalmente dentro de la estructura corporativa de la que participa. La oposición al convencionalismo académico no es así moral, ni siquiera política;  sino que es funcional, como otra determinación, hasta probablemente mejor, de esa misma convención a la que critica.
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