Carta de amor a Chely Lima
En una entrevista reciente, Chely Lima respondió la paradoja
con que la recibió un importante agente literario; que le dijo que su literatura era
demasiado perversa para el gusto gazmoño de la mayoría de las editoriales, además
de demasiado masculina. También habló de otros problemas, pero estos pudieran
ser los más sintomáticos por recurrentes; y es que en verdad, las editoriales
median entre el escritor como productor de arte, y el público como consumidor;
las editoriales son las grandes distribuidoras, que en gran parte determinan el
gusto y la sensibilidad de los lectores, y con ello la relación entre estos y
los autores.
Sin embargo, nada hay que se sobreponga a la individualidad,
porque el ser se salva en el individuo y este nunca accede a su muerte; menos hoy día, en que la individualidad
goza de tantas posibilidades, gracias al desarrollo de la tecnología. Quizás el
problema, la gran contradicción resida en la procedencia de los autores de la
era industrial; cuando los desarrollo eran verticales, y toda expansión
dependía de la relevancia, que se convertía en últimas en el objetivo de los
autores, en tanto símbolo confiable de
ese desarrollo. Eso sería lo que se ha alterado, con el resultado de la pérdida
de relevancia de las instituciones mediadoras como las editoriales —y nada hay más
apegado a la vieja estructuralidad industrialista de la que forma parte que un importante
agente literario—; ya que la
dimensión horizontal traída por la tecnología, al menos en principio, haría que
la verticalidad de la relevancia tuviera otros accesos; como los recursos
mismos de la individualidad, que no accediendo nunca a su muerte, puede darse
el lujo de otras alternativas.
Es en este sentido
de otras alternativas que pudieran verse los mercados de formato electrónico
como una alternativa viable; un poco ríspida en principio para quien se ha
formado en los viejos paradigmas de la exclusividad vertical, esa artificiosa
escalera de la industria editorial, pero viable al fin y al cabo. En
definitiva, lo que se salva con esta alternativa es la relación directa entre
el autor y el público; lo que no desconoce otros conflictos, como la incapacidad
del artista como productor para convocar los recursos técnicos a su favor. En
este punto es donde vale la experiencia personal, en que una autora
espectacular desechó sus propias posibilidades con la soberbia y la
autosuficiencia; destruyendo una red tejida con cuidado alrededor suyo con la
intemperancia de una diva del antiguo teatro vernáculo, para terminar aspirando
como siempre a que la vean las grandes editoriales.
Usted Chely Lima
tiene los recursos a su favor, tiene el carisma y la buena voluntad de la
mayoría de los que la conocen; a los que encanta con sólo un gesto displicente,
como una gueisha que en pleno Occidente se
da el lujo de escogerse los amantes. Quizás deba resaltarse en esta imagen que
la relación entre la gueisha y el amante no es necesariamente tierna, pero sí
muy romántica; interesada, pero por lo mismo eficiente y complementaria, como
una danza en la que todos saben qué paso dar y con qué gesto detenerse. Si eso
no es el amor más allá de la pobreza de nuestros lugares comunes, como lo imaginó
Dios, nada lo es; y si lo es, no hay por dónde quejarse en este mundo de
francas posibilidades que nos ha sido regalado en la era de internet.
Ladinamente suyo
Ignacio T. Granados
Herrera
2 Comentários:
Es un texto hermoso y sabio. Y muy digno de quien lo escribió.
Gracias, Ignacio! Me siento muy honrada. Ojalá fueran así buena parte de las cartas de amor que uno ha recibido en la vida... :)
Tuyo! :-)
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