Wednesday, April 27, 2016

De Pitagórica Ludicae (frag.)

Fra. Erasmo de la Cruz

I. Acerca del Problema, o Sobre la necesidad

…la Historia de las Ideas se resolvería en la contradicción de diversas escuelas (X) entre sí; figurando geométricamente la espiral de los dialécticos, el círculo de los platónicos y la linea recta de los evolucionistas. Todo simultáneamente, porque la apreciación de cada figura de éstas dependerá del punto de vista desde el que se observe el fenómeno; que permanecería más allá de estas formas en que es apreciado, pues estas formas dependerían de la capacidad del que observa para apreciar el fenómeno; que es la realidad en sí misma y como tal, distinta de su apreciación.

El error se daría a nivel filosófico, al circunscribir la realidad en sí misma, como tal, y que es lo que interesa, a ese aspecto por el que se la percibe en cada caso; que sería además lo que ocurra generalmente, dando pie al surgimiento necesario e inevitable de una contradicción que desarrolle el conocimiento y comprensión del aspecto contrario; redundando así en una corrección epistemológica del análisis en sí de la realidad, de modo que éste se corresponda del mejor modo posible con la realidad del fenómeno concreto que se analiza.

II. El Teorema

Teóricamente, esto sería lo que ocurra en la oposición lógica de las escuelas de pensamiento, que conformaría la Historia de las Ideas, como desarrollo efectivo del hecho filosófico; en la práctica de unas tradiciones de suyo filosóficas, en que aparece la figura zigzagueante de la dialéctica, yendo de un punto A a un punto B, como superación de una escuela por otra. De ahí, contrario a lo que normalmente se supondría, no se iría al punto C que sería una tercera escuela, y que cumpliría la exigencia rectilínea del evolucionismo; sino que se iría a un punto A1, que será efectivamente una tercera escuela, pero como recurrencia de aquella primera (A), sólo que ahora en una nueva dimensión; esto es, al ser conjugados sus postulados propios, en un mejoramiento de los mismos, por una comprensión de las contradicciones que le planteara la segunda (B) en su superación. Aquí surgiría otro problema, ya que la conjugación (n) de las diversas escuelas (X) entre sí, supondría alguna participación de B en A1; lo que cuestionaría acerca de la constitución de las otras escuelas (X), que existentes en sí mismas, siempre se darían por una participación relativa de A en B, de B en A1, y así sucesivamente; sin que sea X una superación real de éstas, por darse exactamente entre las mismas.

Esto se solucionaría, en tanto esas otras escuelas (X) serían las llamadas menores, por no alcanzar en sus propuestas epistemológicas las dimensiones de A y/o B; mayormente dedicadas a la cuestión ética, así como se diferencian los números enteros de los otros; y por lo que, ciertamente, la constitución de X no sería nunca una conjugación (n) de A o B, sino que se entiende que X= A/B, es decir, A+B o A-B; donde, según sea la proporción participante de éstas, como su preponderancia mayor (>) o menor (<) en X, cada caso (X) se entendería como A >/< B. Es decir, la definición de las diversas escuelas (X) distintas de A y/o B, como c, d, e..., sólo se trataría de un convenio formal, en función de su ordenamiento histórico, en tanto fenómeno cultural; pero como conocimiento convencional, su efectividad sería relativa y condicionada, al decir sólo de su relación con la dimensión histórica del fenómeno, el conocimiento en su propio carácter evolutivo, y no a su dimensión ontológica o estructural. Es que, en esta dimensión ontológica, toda escuela distinta de A o B, es tan sólo una escuela X, en la que A es >/< que B, según sea el caso; y cuya relación con A y B se ilustraría decimalmente, siendo A = 1 y B = 1, como X = 0.3, 0.5, 0.3, 0.5, etc. Para esta diferencia tan importante, dígase que las escuelas fundamentales (A, B) son N, y en cada caso se entenderían como N1(A) y/o N2(B), en sus valores de 1 y 1 respectivamente; y en lo que, también, siendo X=N1 +/ N2, necesariamente, N 0, como también N X, y X 0.

(Cnt.)

...pero Dios es siempre más grande!

Sunday, April 24, 2016

Maudits!

Por Ignacio T. Granados Herrera

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Como Et in Arcadia…, esta es pura papelería surgida del trabajo de descubrimiento y traducción de los románticos franceses; en un proceso paralelo entonces al de Complementos de Gaspar de la noche, de Aloysus Bertrand, y a Los demonios de lanoche, de Charles Nodier. Publicado primero en el 2004 —Et in Arcadia… se publicaría en el 2007— con el nombre de La torre de marfil, y al cuidado editorial de Carlos A. Díaz Barrios. Esa primera edición es hoy por hoy un libro raro, a causa de los múltiples errores que la plagan, y que van desde tipo y ortográficos hasta de redacción y estilo; en el 2005 se publicaría su versión definitiva, ya corregida y a cargo del propio autor, bajo el sello Ediciones Itinerantes Paradiso [EdItPar]. Esa es la versión que el mismo sello ofrece aquí en formato electrónico, pero hasta con el mismo título; recogiendo los ensayos, artículos y notas surgidos de aquella primera confrontación con el romanticismo francés, bajo la égida de Díaz Barrios.

En ese sentido y por su naturaleza crítica, los ensayos de Maudits! son trabajos de confrontación, que insisten en distinguir ese período de la literatura francesa de su derivación en el Romanticismo alemán; y más aún de sus derivaciones posteriores en el Simbolismo francés y el Modernismo latinoamericano. Como tónica, estos trabajos se encontrarán a medio camino entre la ficción y el ensayo —son ensayos literarios y no de literatura—; muy en la escuela del argentino Jorge Luis Borges y el cubano José Lezama Lima, con interpretaciones analógicas de la realidad, a partir de sus determinaciones trascendentes en la combinación delos mitos clásicos —es también una suerte de neoclasicismo—. Como ensayos, exhiben cierta inmadurez, que sin embargo es la que los situa en la base de proyección filosófica que trata de rescatar al Marxismo con su ajuste crítico; y que parte precisamente del planteamiento de la literatura como una contracción reflexiva al antropomorfismo, por la facultad cognitiva intrínseca al arte en su naturaleza formal.

Thursday, April 14, 2016

De las vocaciones

Por Fra. Erasmo de la Cruz, OFMP

—Así que tenemos una vocación…
—¿Qué tiene de extraño?
—A estas alturas…
—Ja, pareciera que es su propia fe la que faya
—No, soy realista (pausa) y sé que es extraño tener vocaciones a estas alturas
—Extraño es lo que estás diciendo, las vocaciones están creciendo en el mundo
—¿En las ciudades grandes, donde las tradiciones están bajo cuestionamiento constante, el mundo es heterodoxo y no acepta dogmas?
—Eso es cierto, no había pensado en ese aspecto… pero aun así toda vocación es creíble, al menos en principio
—Si…. Es cierto, ¿quién es el guía?
—Yo…
—Jajá! ¿Y todavía crees que es confiable? ¿Lo eres tú?
—Aún estoy en la orden…
—Ni tú mismo sabes por qué o por cuanto más
—Es cierto, y este muchacho es un poco como yo
—Entonces… crees que la gente no se da cuenta, la Iglesia no es este convento, ni esta orden siquiera es este convento; tú estás aquí en una especie de retiro dorado, ya ni das clases y estás a resguardo de cualquier problema, incluso económico
—Pero…
—Déjame terminar… no es justo, a ti al menos te conocemos, eres un caso de vocación fallida que podemos tolerar y con la que podemos convivir… pero él, si empieza así, crees que podemos soportar esa incógnita, en qué va a parar si empieza donde tú terminas
—Yo lo apoyo
—¿Y a ti, quién te apoya a ti?
—Dios
—¿Qué Dios, esa cosa abstracta que tú crees que es lo que significa el concepto de Dios? ¿no crees que esa contradicción es muy fuerte?
—Yo creo en Dios, simplemente no tengo claro en qué consiste
—Ese no es el problema…
—Yo no soy el problema
—Tú no eras el problema, pero si no piensas en las consecuencias de tu genialidad eres al menos un peligro para la comunidad… y eso es un problema

Friday, April 8, 2016

Cuestión de estilos

Por Ignacio T. Granados Herrera

Un comentarista casual se asombraba de que el Neo clasicismo pudiera no ser más que otro exceso del Barroco; más exactamente, una extensión de sí, por la que el estilo trataba de corregirse con un referente crítico, que en definitiva será propiamente suyo[1]. Más asombroso sería ese asombro del comentarista, que no repara en la imposibilidad de que los estilos no se vinculen entre sí; determinándose unos en otros, pero como su misma evolución imperceptible. De hecho, nadie dudará de que la sucesión estilística sea un fenómeno moderno en su abstracción; no porque no ocurriera antes, sino porque hasta el Renacimiento las soluciones estéticas tenían un fundamento práctico, que las hacía nacer en la experiencia científica. Sólo entonces los estilos comienzan a singularizarse formalmente, sobre esa base del requerimiento práctico; y la misma constitución del Renacimiento como fundamento directo de la Modernidad lo reconocería como moderno, diferenciándolo así de problemáticas anteriores.

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Eso explicaría que, en pleno apogeo de la Modernidad, el Barroco no sea más que la propia evolución del Renacimiento; que madurando a través de los diversos manierismos alcanza su máxima sofisticación, como culmen y apoteosis de esa curva del formalismo moderno. Esto sería lo que abocara a las artes a una primera crisis de decadencia, que replantea la necesidad de una corrección crítica desde sus élites; un fenómeno nunca visto hasta entonces, ya que incluso la especialización teórica —como la de Vasari[2]— era un fenómeno extraño y excepcional. Los artistas integraban el medio de los artesanos y no el elitismo intelectual, que era más propio de filósofos y teólogos; y cuando sus niveles de excelencia técnica les permitían ejercer el magisterio era siempre dentro del gremio artesanal, que hasta principios del siglo XX se glorió de su poco intelectualismo.

Será ahí que, ante la crisis planteada por el Barroco mismo como apoteosis, las élites especializadas se dieran a la búsqueda de soluciones formales; que más teóricas que prácticas, adolecerán de ese reduccionismo típico de la racionalización excesiva, que siempre ignora esta debilidad suya. Así, en pleno apogeo del racionalismo moderno, la incipiente arqueología no tuvo reparos en hacer atribuciones morales a los fenómenos antiguos; e aferrándose a la tradición griega ignoraría las otras referencias, que hablaban de excesos en toda tradición formal proveniente de la época clásica. Hoy resulta impensable una sobriedad formal en construcciones como el palacio de Cnosos, que entonces se desconocía; tampoco había manera de detectar las trazas de pigmento —preferentemente brillantes y hasta chillones— en las estatuas, que sólo refulgían en su mudo blancor.

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Poco importaba entonces la híper saturación ornamental y el complicado protocolo que ya se conocía del antiguo Egipto; comprensiblemente rebajado a mero barbarismo ante el esplendor románico hasta la otra desmesura de Champollión; y hasta es difícil que ya estuviera clara esa preferencia de los etruscos —verdadero ascendiente de la cultura romana— por la asimetría en su arquitectura, que tiene hasta implicaciones teológicas. Los ilustrados modernos vivían su propio exceso barroquista, extrayendo sentencias morales de la ya dudosa tradición mitológica de la Magna Grecia; a la que además se accedía a través del prisma sin dudas menor de los romanos, un pequeño pueblo que hasta heredó su panteón de los etruscos y no del delfín Ascanio.

Es así que el Neo clasicismo será en verdad una proyección formal del Barroco mismo, luego de las innúmeras variaciones en que confirmó su decadencia fatal; y la prueba estaría en esa artificiosidad tan excesiva de su simplismo, que daría pie a todas las vanguardias como la más virulenta reacción formal. Asombroso, como aquel asombro primero del comentarista asombrado, que aún entonces los teóricos insistan en la probidad de sus racionalizaciones; equiparando la pobreza con que las vanguardias se destrozan sucesivamente con aquellos esplendores de una tradición que obviamente todavía desconocen.



[1] . Esto es un comportamiento común, desde que la historia de los desarrollos formales es tan accidentada en la naturaleza cultural de los mismos; de esta naturaleza resulta que dichos desarrollos nunca son objetivos, sino económicamente favorecidos o dificultados por sus circunstancias políticas. El resultado de esto es el desarrollo en cuestión tienda al absoluto, perdiendo en ello toda adecuación crítica; por lo que termina generando una propuesta contraria —no contradictoria—, que siéndole complementaria permite su adecuación, al contraer dicho desarrollo a un valor relativo antes que absoluto.*// *: http://dirticity.blogspot.com/2015/02/acerca-de-la-propuesta-neomarxista.html

[2] Giorgio Vasari, un pintor italiano que se considera fundador de la moderna historia del arte, por su libro Vidas de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos; aunque su trabajo principal fuera como pintor, y este libro fuera sólo un compendio de estudios suyos.

Sunday, April 3, 2016

El problema de la sulamita

Por Ignacio T. Granados Herrera

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Algo particularmente molesto del intelectualismo en el problema racial cubano, es que podría corregir el agotamiento intelectual de Occidente, pero no lo hace; y podría hacerlo con sólo que incorporara el trascendentalismo natural de los sistemas antropomorfistas, en tanto sistemas de conocimiento que son en definitiva. Eso sería una propuesta sumamente original, que corregiría el vicio por el que el Idealismo tiene que proyectarse constantemente en seudo realismos —materialismo, idealismo objetivo, neo-realismo— para poder tener una referencia crítica; que sin embargo no puede dejar de ser intrínsecamente idealista, y por ello mismo insuficiente en ese sentido.

Por razones obvias, eso lo podría hacer una élite negra con intereses verdaderamente intelectuales; en cambio, esta élite prefiere retraerse a la antropología comenzada por blancos por blancos snobs, que en últimas responden al esteticismo mismo de Occidente. No es que eso anterior esté mal, sino que es insuficiente y tiende a la estabilización del conflicto racial antes que a su solución; y es al esclarecimiento de esta contradicción básica que se dirige El problema de la sulamita, hechos y falacias del conflicto racial cubano. Obviamente, el título alude a ese verso icónico del Cantar de los cantares, en que la protagonista dice ser morena pero bonita; un verso hermoso, que pone de manifiesto las profundas contradicciones existenciales derivadas del tono de la piel, pero sobre todo su origen económico y por tanto reflejo de la lucha de clases.

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Es así que el problema racial es una manifestación más de la complejidad con que Occidente evoluciona a su más perfecta integración; y es esa complejidad la que resulta atractiva en su profundo dramatismo, para comprender a la naturaleza humana. Elproblema de la sulamita es una pequeña colección de artículos, con constantes referencias a trabajos más complejos y completos; que aunque difiriendo de este en su propio objetivo filosófico y antropológico, le sirven sin embargo de base para una comprensión más bien flexible del problema mismo. Entre los títulos a que aquí se alude, están Apuntes para una introducción al Neomarxismo y Tríptico de la suma singularidad de Occidente; también se pueden encontrar referencias en artículos de este mismo corte, en el blog Westanarkia, dedicado a temas políticos y filosóficos.

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