Uno de los últimos libros de W.E.B. Du Bois lleva el título de Dark
whaters, que se traduciría como Aguas negras; parece que el sentido del título
es de Residuales, en alusión a la procedencia de los trabajos que contiene;
recopilados de publicaciones anteriores, todas en colaboración con diversos
periódicos, finalmente reunidos. Sin dudas, la traducción literal de Aguas
negras sería mucho más atractiva y significativa, pero también atrevida;
demasiado para un hombre que si bien era atrevido, lo era en el sentido más
convencional del término, no inconvencional.
Si el título fuera ese de Aguas negras, podría significar el tremendo
misterio de la raza negra en su marginalidad; cierto que pútrido, pero portador
en ello de la fertilidad que necesitan los suelos de la cultura para su
renovación. Ese después de todo es el sentido que Du Bois ve en la raza negra,
como el potencial que puede redimir a los Estados Unidos; pero es demasiado
convencional para consentir en ese valor como pútrido, justo en su marginalidad, antes
que en la convencionalidad de sus élites.
Con un título como Aguas negras, el lector se vería obligado a preguntarse
por un sentido obviamente oculto; y llegaría a ese poder de transformación de
la muerte, que garantiza la germinación de las cosechas y los bosques. Ninguna
novela romántica contiene el olor de podredumbre de los bosques, ni la
turbiedad de los lagos reflejando el cielo; por eso el arte no puede ser una
reproducción suficiente de la vida, sino sólo una representación —con sentido—
suya. Eso es importante, porque el sentido es lo que da consistencia a la vida
en cuanto humana, distinta de en cuanto tal; en la cultura, como un espacio propio,
que siendo potencial ofrece las posibilidades y no la necesidad de realización.
Este ditirambo muestra cuán atractivo es Du Bois, el hombre que todo hombre debiera conocer, hasta en la sombra; que da profundidad
y dramatismo a sus iluminaciones, porque existe en la precariedad de ese
equilibrio que lo preservó para el futuro; en vez de consumirlo en el egoísmo
de una vida consecuente y armónica, como esos negros que calzaron las sandalias orestadas del héroe blanco. Es, justo gracias a estas contradicciones, que se le
puede rescatar de esa vetustez de las citas que pierden autoridad en el
uso; imponiendo, en el fulgor de esta, la otra inconvención de su experiencia
más profunda de existencialidad, misterioso como toda gracia.
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