Por Angela
de Mela
El viaje
de la identidad cultural alimenta su condición cuando acepta su contenido
secular y se agrega al presente. Sin este completamiento nada podría decirnos
la obra de un Miguel Ángel, pues la grandeza de toda obra por mucha que esta
fuera, escaparía a nuestro entendimiento. La Odisea o la Ilíada no contarían
igualmente con su justa apreciación, despojadas ya de vínculos y de pertenencia
en el constante viaje de su identidad.
Y aquí
parece encontramos uno de los temas primordiales de la cultura en nuestros
días.
Sabido es
que el arte y la literatura cuando resultan ser un número más en un mercado
incapaz de no atinarle a su condición, este tiende indefectiblemente a usurpar
su valor, pues bien, a ello deberá sumarse lo que realmente resulta hoy,
actualizándonos en su realidad y en su verdad, donde no solo se está tratando
en el ahora mismo, de poner a prueba la calidad inmanente del arte y la
literatura, sino también y es esto lo más alarmante, su carácter, la condición
primordial de su existencia.

El mundo
tecnológico, su acelerado desarrollo ofrece a lo contemporáneo enormes
oportunidades para ennoblecer el contenido cultural y comunicarlo, el
acercamiento de la tecnología al arte ,ha abierto disímiles variables y no
pocos derroteros a lo artístico, muchos de los cuales, aún no han sido
examinados convenientemente y puede que con ello, nos encontremos ante una muy
renovada, desconocida y silenciosa , arquitectura de lo anodino intentando cada
vez más ser lo supletorio del Arte y la literatura. En el caso de esta última,
por ejemplo, las redes, las aplicaciones, los nuevos formatos de entrega se
abren a los receptores y a los creadores en una multiplicidad donde escoger
supone ya de por sí una labor titánica.
En la pintura se
superponen las opciones artísticas dando paso a nuevas opciones del arte
visual, algunas de ellas muy loables y plausibles, pero otras ni siquiera rozan
el límite de lo aceptable; si a esto agregamos que el ejercicio de la crítica
tiende a desaparecer de ese entorno cuasi selvático de posibilidades; pregunto,
que es escoger hoy, sabemos escoger, ¿sabremos cribar para hacernos de ese
presente capaz de alimentar la riqueza que deberá alimentar la identidad del
Arte? El discurso transgresor vende, y del mismo modo se invisibiliza lo que no
aparece como rompedor, pero sin embargo es en la continuidad donde se encuentra
algo verdaderamente valioso.

En el
fondo lo disruptivo es pantalla para lo fácil, el respeto al conocimiento, al
esfuerzo y al oficio parece estar en las antípodas de este desacertado entender
del arte y la literatura. Lo original se difumina, hay una insumisión ante lo
original y una irreverencia ante lo permanente Así la disolución, la
evanescencia, del valor de lo artístico en su carácter primordial, acusa de
convertir-le en cualquier cosa que se proclame en ello; ya no como sucedáneo,
sino como apropiación de su esencialidad, ocupas de su cometido, donde la
valoración, nuestra capacidad para “ apreciar “ ha sido cedida a la estulticia,
en el para qué preguntar, entender, disfrutar del conocimiento del arte cuando
su fugacidad no lo ha hecho relevante. Lo relevante es su consumo fácil, la
usurpación silenciosa. Usurpación y fraude, a un costo más alto de lo que
podamos suponer, arte no para dejar de pensar sino para “pensarte”; y que se
refrende el pensamiento ante la astuta y nueva conversión de los valores, que
parecen apuntar hoy nada menos que a desvirtuar la esencia de la creación; y
con ello desde luego, el viaje a su condición humana, después de hacernos la
pregunta más radical: cuando es indiferente el valor del arte y la literatura,
cuando escapan a su contenido virtuoso, será porque acaso no son lo importante?
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