Ataraxia
Cualquier discusión ética contemporánea ha de remitirse
necesariamente a las clásicas, ya incluso arcaicas; porque fueron en definitiva
las que impusieron los modelos que rigen a la ética contemporánea, incluso la
[vigente] que es moderna. El problema ahí es que parece que las escuelas éticas
se diferenciaron por cuestiones de temperamento, igual que las religiones; y
todas, de hecho, crecieron al amparo de Sócrates y de él se alimentan. De las
llamadas escuelas menores de Atenas, que son las éticas, sólo el Hedonismo de
Epicuro fue más o menos marginal a la impronta de Sócrates; pero incluso en ese
caso proyecta su sombra sobre la magna Atenas en que florece el Hedonismo
epicúreo, que tiene que incorporarlo como referencia. Más ilustrativo que eso,
la afinidad del Estoicismo con el Cinismo es hasta poco asombrosa; su fundador,
Zenón de Citio , era un realidad un cínico reformista —como Aristóteles un
platónico disidente— que se inició bajo la égida del gran Crates, fundador del
Cinismo.
En realidad la Pharmacopea de Epicuro no busca otra cosa que
la Ataraxia estoica, y sólo se diferencia del propósito cínico en que este
carece de propósito; aunque más o menos, no tan radical que alcance a definirlo,
porque en realidad se trata de que su objeto reside en su misma reacción al
estímulo inmediato. Sería precisamente esta peculiaridad tan singular la que
propiciara los excesos por los que el Zenón se distancia, llegando a la
postulación de un objeto; eso era algo importante, si se observa que el
Estoicismo fue la única escuela ética [no Ontologista] que derivó una
epistemología y una Cosmología, equiparándose funcionalmente al ontologismo
platónico-aristotélico. Más complejo aún que eso, el Ontologismo platónico está
dado por defecto y no como un objeto propio suyo; por más que sea eficiente, el
objeto propiamente dicho [la Eideia] es epistemológico, sólo que su comprensión
impone lo ontológico; porque en últimas, la idea en tanto objeto es el Ser
propio de la idea, y esto es el Ente, cuya comprensión es del Ser en sí, y por
tanto es ontología.
Ahora bien, la opción por una u otra de estas escuelas
primeras parece obedecer como al principio a una cuestión de temperamento y
sensibilidad; lo que no es mucho más grave que
en ese principio, si al final se trata del mismo objeto de la
satisfacción de las necesidades [pharmacopea], que bien identificadas se
produce como Ataraxia. La opción cínica no debería tener mayor problema con
eso, puesto que el objeto estoico deriva —desde sus mismos inicios— de su
reacción al estímulo inmediato; sólo que como teleología, como posposición en
el propósito, que permite la organización de los actos en ese sentido. Esto
último, no hay dudas, distorsiona como inicio mismo uno de los objetos
derivados del cinismo; y que sería la autosuficiencia y la falta de propósito
[animal] en su capacidad de reacción al estímulo inmediato, al condicionarlo a
la consecusión del propósito.
No obstante ahí hay dos problemas sobre la suficiencia
cínica como objeto en sí, y es que el hombre no es un animal en sentido
estricto; lo que se refiere a que, a diferencia de los otros animales, el
hombre tiene la capacidad [teleológica] de establecerse un propósito, y —más o
menos— conseguirlo. La deficiencia ahí estaría en que el inmediatismo cínico
funciona como una negación de la naturaleza del hombre, en una distorsión
semejante a la del angelismo; pues la naturaleza misma de lo humano es
cultural, y ello implica la resolución inteligente a niveles sofisticados de la
determinación de sus actos. Un hombre no es definitivamente un perro sino un
hombre, y su realización incluso individual conlleva la aceptación de esta
naturaleza [distinta] suya; esto es, el establecimiento de un objeto diferido
[propósito] respecto al cual ordenarse, incluso si ese objeto es la necesidad
más inmediata, como cagar y templar.
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