Linden Lane Magazine y la imposibilidad
La costumbre prepara trampas, y por eso hay que ser
cauteloso hasta con las bendiciones; fue eso exactamente lo que pensé cuando
revisé el índice del último número de Linden Lane Magazine, con el que colaboré
a petición de su fundadora. A Belkis Cuza Malé me une una relación de respeto y
cariño, que ha logrado sortear las malandanzas de la literatura cubana en el
exilio; y por eso, incluso como principio, ni siquiera lo he dudado a la hora
de una colaboración en cualquier forma. Nada más natural que con este último
número, de aniversario importante por demás, se repitiera el ritual de
responder a la invitación; sin siquiera la ansiedad de darle seguimiento a un
proyecto que uno ve —ya dicho— con cariño y respeto, sobre todo por la fe y el
tesón que contiene.
Pero tenía que suceder, que la curiosidad llevara a repasar
la compañía, para volver a la desagradable sorpresa; porque allí, sin otro
mérito que la mezquindad y la sobrada ansiedad de los advenedizos mediocres,
estaba el nombre infamante de Delio Regueral. Con mucho dolor por amigos y
compañeros que quizás no comprendan, nunca más participaré en ningún proyecto
de esta naturaleza; porque con su falta de discriminación, igualan la grandeza
y la bajeza, y aquí el arte no se trata de integración sino de sentido y
alcance. Dicen que con actitudes así uno se condena a la soledad, para mí bendita
entonces si mantiene alejadas a las alimañas insensibles y poco profesionales, sencillamente inescrupulosas.
Sobre su mediocridad, baste recordar su
incapacidad para sobrepasar las cotas del seudo clasicismo B/W y el erotismo común; con
el que puede comprar glorias ajenas por el bajo precio de la vanidad, pero
nunca respeto verdadero y consistente. No obstante, eso no es lo importante,
sino el imperio cada vez mayor de la mezquindad y la trapalería, como
revolucionarios barbudos destrozando las alfombras de Miramar. Que conste, nada
contra la vanidad ni la superficialidad de quienes gustan de posar de genio; es
contra esa pasividad y desidia ante la corrupción de todo lo humano, sobre todo
de parte de quienes se jactan de sus actitudes radicales y verticalísimas.
Lo siento por Cuza Malé, a quien a pesar de todo aún admiro
y respeto, y a quien puedo perdonar otros nombres menos lesivos aunque también
mediocres y mezquinos; pero donde quiera que se encuentre la pezuña de Delio
Regueral no es un lugar bastante bueno para mí. Si alguien se pregunta a qué
rechazo tan visceral, que él mismo le recuerde que se debe a su propia bajeza;
debido a eso, no puedo ni siquiera reseñar el número, al que no obstante deseo
suerte.
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