¿Por qué es necesaria una recuperación crítica del Marxismo?
Desde la caída del bloque socialista el Marxismo está en
crisis, no a nivel de pensamiento sino a nivel de referencia válida para el
mismo; y la diferencia, que lo hace disfuncional, se debería a que su vigencia
se limita a los círculos académicos expresamente interesados, pero que resultan
en una suerte de culto sin aplicación práctica y real. Sin embargo, el fracaso
del bloque socialista fue un suceso político, y por ende coyuntural y condicionado;
en tanto se trata de que el Marxismo fue reducido a su valor ideológico, como
doctrina política, y luego de las interpretaciones que lo distorsionaron;
incluidas las de un Marx ya comprometido con un proyecto político concreto como
la I Internacional, que no era una filosofía sino un programa concreto. Asumir
el fracaso de una filosofía por su coyuntura y hasta devenir político, es
desconocer la naturaleza misma del pensamiento organizado; dentro del que las
escuelas y las doctrinas se suceden, pero sin afectarlo en lo que de hecho es,
una sistematización cognitiva.
Sin dudas, puede afirmarse sin temor que lo peor que le
ocurrió al Marxismo fue el Leninismo; cuya expresión más grave fue la tradición
académica de la [Universidad] Lomonosov, dedicada a la justificación del
programa político. En ese sentido, el Marxismo respondió a las dinámicas mismas
de lo religioso, incluido el culto moderno a la Razón; que no tuvo en cuenta
que se trataba de un convenio de eficiencia coyuntural, semejante al de Dios
para las tradiciones religiosas, al justificar como racionalización las
compulsiones [políticas] de la sociedad. Sin embargo, aceptar por ello que como
filosofía es un fracaso es reducir lo filosófico a lo meramente político;
cuando sabemos que lo político es nada más que el conjunto de intereses
inmediatos impuesto por la coyuntura, sin que acceda a un valor existencial
trascendente.
El accidente soviético, como casi todos, tuvo consecuencias
ontológicas redeterminando al Ente en su devenir; pero habría ocurrido como una
apropiación legítima, dadas sus propias circunstancias, fuera de las cuales es
imposible comprender los procesos. A la crítica sobre la inmadurez económica de
Rusia al momento de la revolución y su propio desarrollo pernicioso en ese sentido,
habrá que anteponer las limitaciones propias de lo humano; que sumido en esa
circunstancia suya, sólo tiene necesidades urgentes y puntuales, más allá de
sus pretensiones transhistóricas, y esa falencia terrible del valor universal
de la Razón, que es aparente. De ahí las innúmeras contradicciones que dieron
al traste con las sucesivas convocatorias a una Internacional Socialista,
empezando por la primera; pero también la inevitabilidad de esas
contradicciones, como propias del contexto histórico en que ocurrieron.
Ciertamente, el fracaso del bloque [político] socialista no hizo sino acentuar las contradicciones propias del Capitalismo; que evolucionó a Capitalismo Corporativo, desde el marco del Capitalismo Industrial en que se elaboraron las doctrinas [socialistas] derivadas del Marxismo. La diferencia incide como desenfoque del objeto, si se tiene en cuenta la teoría comptiana de los desarrollos diacrónicos; que no afectaría a los fenómenos sólo por su extensión histórica, sino también —o sobre todo— por la forma distinta en que se extienden como históricos, respondiendo a dinámicas internas [dialécticas] singulares. Al respecto, el título de Fukuyama habría tenido suerte mediática y valor literario [retórico]; pero obvia la premisa misma del concepto marxista de lo histórico, como el ámbito cultural que hace a lo político exclusivamente humano.
Como ejemplo, debería bastar esa evolución del Capitalismo
de Industrial a Corporativo; que se daría justamente con el colapso económico
del bloque socialista, pero como su versión mejorada y no como su negación. En
efecto, el Capitalismo devino en Corporativo por necesidad propia, y se
encontraría sumido en una crisis de crecimiento; que es por lo que se
acentuarían sus contradicciones internas, en tanto se trata de un ajuste a
nuevas circunstancias económicas. La confrontación con el llamado Socialismo
Real habría retrasado el proceso de este desarrollo, en que las relaciones
económicas pasan a determinarse a nivel corporativo; pero una vez desaparecida
la contradicción de ese llamado Socialismo Real, al Capitalismo no le queda más
remedio que legislar el crecimiento inevitable de las corporaciones. Estas, a
su vez, funcionan como estados virtuales, que impiden con su propio proceso de
crecimiento el desarrollo de toda forma
de capitalismo primitivo; cuyo estadio más avanzado es precisamente el
industrial, pero como límite de las formas de producción surgidas con el Medioevo.
En este punto habrá que entender que el Capitalismo pase de
industrial a corporativo, porque ni siquiera se trata de las formas de
producción en sentido estricto; sino de que ya estas tienen que incluir el
proceso de comercialización, distinto al de producción y con sus propias
necesidades hasta entonces desconocidas. Tal es el caso del capital como
necesidad ya inevitable, impuesta a los modos de producción como condicionante;
que por los volúmenes que requiere, atenta directamente contra la individuación
[atomización] que propugnaba el capitalismo primitivo, organizando —y
sometiendo— a las masas en el marco de las corporaciones; como los antiguos
imperios, que funcionaban sobre la base corporativa de las instituciones
religiosas, y que fueron en definitiva las que dieron forma a las primeras
sociedades como capitalistas.
Tal es el caso, como un simple ejemplo, de los servicios
sociales, asumidos tradicionalmente por el estado; pero que precisamente tienen
que traspasarse a las corporaciones, porque la solución es inevitablemente
económica, si depende de la base material creada al efecto. En este sentido, la contradicción más obvia
ha sido la ineficiencia de los programas de asistencia social norteamericanos
respecto a los europeos; cuando lo escandaloso es que sean necesarios programas
de asistencia social, razón que sustenta al radicalismo conservador
norteamericano. Esta contradicción, casi exclusiva de la política
norteamericana, es por ello mismo típica y recurrente; pues se refiere a que,
en definitiva, son las corporaciones —como proveedoras de bienes y servicios
concretos— las que pueden satisfacer la necesidad.
La contradicción de naturaleza y sentido, entre el propósito
de las corporaciones y la responsabilidad social, ha de resolverse inevitablemente
a favor de estas últimas; pero, también inevitablemente, a expensas de lo
político, porque de la provisión de asistencia las corporaciones también
derivarán la capacidad ejecutiva propia de los estados, que es lo que las hace
estados virtuales. Hasta el momento, esta última contradicción parece insoluble;
visto que el estado no tiene la capacidad productiva de las corporaciones, que
fue lo que intentó el llamado Socialismo Real; y son las corporaciones, en
definitiva, las que proveen esa base material para el desarrollo social, y el
estado sólo puede legislar la forma en que lo hacen. En definitiva, la defensa
a ultranza del capitalismo no tiene en cuenta que este no es ya moderno sino
postmoderno; las dimensiones necesarias a la industria no permiten la
atomización de la sociedad, y el estado es incapaz de proveer los capitales que
no produce. A la solución de estas contradicciones se dirigiría un
Neo-Marxismo, capaz de corregir en forma crítica las asunciones [modernistas]
del Marxismo primitivo; pero salvando su funcionalidad como sistematización dirigida
al Realismo agotado entre los muros eclesiásticos de la Escolástica. Ese habría
sido siempre el problema, la imposibilidad del Realismo de sobreponerse a la
especialización epistemológica del Idealismo; y ese conflicto es antiguo,
surgido en la magnífica Atenas, en el diálogo que no se dio nunca entre un
maestro y su discípulo disidente.
Próximamente: Bases críticas para un Neo Marxismo
2 Comentários:
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