Eureka!:
Se trata de que talento y genio no son lo mismo, siendo el
talento una cualidad relativamente común; distinta en ello al genio, que
siempre se referirá a la excepcionalidad del artista y el manejo de su
talento, incluso en un mercado crítico por la sobresaturación. En principio
también, en todo caso, la confusión entre talento y genio saldrá a relucir en
algún momento; cuando una vez ajustadas las relaciones culturales a la nueva
estructura tecnológica, el genio logre primar nuevamente en virtud de su
excepcionalidad. En el entretanto, y aunque sea para hacer menos amarga la
espera, baste la distinción entre uno y otro; que después de todo, al artista
de genio debería bastarle su realización, y esta estaría en la excepcionalidad
de su arte, contrario al tonto con talento.
La distinción estaría clara, una vez establecidos los
niveles de intereses e intercambio, por la pretensión del artista respecto a su
obra; lo que no quiere decir que el artista de genio carezca de ego, con esa
otra pretensión de suprematismo ético y espiritismo intelectual; sino que este
valora el reconocimiento como autorizado o no, y en todo caso prefiere
sacrificar su talento a una sensación de triunfo mediocre. Por otra parte, y ya
en términos más técnicos, el artista de genio evoluciona en su trabajo; en
tanto lo que le interesa no es el reconocimiento en sí mismo, cambia de
intereses estéticos con absoluta libertad. Ese no es el caso del artista de
talento pero sin genio, que en algún punto comienza a repetirse en sus motivos
y soluciones formales; no se renueva, porque carece del interés auténtico en su
arte, y no puede sobrepasar las cotas del criterio clásico establecido.
Tal es el caso de la fotografía, por ejemplo, en que el
artista de mero talento y el genial se proyectan de modo distinto; el primero
insistiendo en el lugar común —que tiene valor referencial— del blanco y negro
y el perfil clásico, incluso en esa gastada búsqueda de la personalidad del
objeto, que no pasa de ser otro tapujo espiritista; mientras el artista de
genio sabe que su trabajo es formal, y que por tanto es en la forma que reside
la esencia que trata, y puede ir más allá del perogrullo monocromático. En este
mismo ejemplo, no se trata de que la forma clásica carezca de valor, sino que
lo tiene referencial y no actual; por tanto, el artista parte de esta base, que
es incluso teórica y no inspiracional, para trabajar en el soporte que más le
exija el objeto mismo en su libertad.La magnífica ilustración del comienzo, por ejemplo, es tan repetida que resulta banal y kitsch; sólo se salvaría como un documento, si fuera originaria de antes de la década del 1980, incluso en esa misma magnificencia suya. Es que, si fuera posterior, se desinteresa de toda búsqueda que no sea la seguridad trillada; vital para el talento carente de genialidad, y muestra sin dudas de ese talento pero no de la excepcionalidad del genio.
Para más información, véase Arte Kitsch