Monday, December 10, 2012

De la Belleza

Independiente de lo que depare y signifique el calendario maya, es obvio que la cultura moderna se aboca a un cambio de paradigma; no ya en ese sentido apodíctico e la decadencia, aunque este es válido en tanto relativo y funcional; pero sí en lo que concierne a las relaciones con que se organiza la cultura, como naturaleza propia y específica de lo humano. En este sentido, la caída del Ilustracionismo como paradigma es probablemente lo más llamativo; aunque más por servir al arribismo y la charlatanería de una clase pseudo intelectual y populista, que se gloria de su ignorancia. Tal es el caso de la literatura y —¿cómo no?— la estética en general, con su centro en el concepto de belleza y su [posible] función; descreído por tirios y troyanos, aferrados sin embargo al canon tradicional del libro como fuente de prestigio. La paradoja revela la estafa, pero la mentira y la mediocridad no son enfrentables sin daño para el héroe; al margen queda, como consuelo, el retiro voluntario de los brujos, que saben que ya nada será lo mismo ni razón tiene de ser.

En los mitos clásicos, Zeus esquiva ser destronado por un hijo suyo, pero no su propia disolución paulatina; así se repite como una determinación dialéctica, y poco sentido tendrá esquivar el golpe si es la vida —la cultura— quien lo asesta. No obstante, la belleza como valor retendrá su función objetiva, incluso si aún incomprensible para el bardo basto; pero justo por esos modos sutiles que escapan al ignorante, reduciéndolos a una inutilidad lingüística de la filosofía. El error, típicamente racionalista y moderno, se debería a la reducción de lo bello a una cualidad determinada por la percepción; en lo que obviamente sería muy relativa, y sujeta a condicionantes ajenas, como el tiempo y la circunstancia. Sin embargo, desde el origen mismo del tema, con los presocráticos, está claro que la belleza se refiere a la armonía interna de las cosas; y por tanto, como relativo a su estructuralidad, propio de la función relacional de sus partes.

El extremo positivismo moderno sería el que afecte a este tipo de comprensión, por su propio énfasis en lo histórico sobre lo metafísico; teniendo en cuenta que en cuestiones de reflexión, de lo que se trata es del marco referencial como imaginario en que se resuelve; y en lo que sería otra reducción, también típica, que ignora la complementariedad de las naturalezas. Así, desde el realismo crítico en la literatura moderna, paralelo al racionalismo filosófico y entroncado a él por el ilustracionismo; ahí mismo el énfasis habría pasado gradualmente a ponerse en lo que se expresa y no en cómo se expresa, como si fuera posible decir algo distinto cada vez y no repetir historias. La corrección tendría que venir de la antropología, recordando que el arte es una capacidad residual del acto de conocimiento; en tanto es este el que refleja [reflexiona] el mundo circundante, para una comprensión que esquive la gran tautología gnoseológica [H. Maturana]; esto es, la contradicción fundamental, por la que el sujeto cognoscente forma parte de su objeto de conocimiento.

En principio, esta contradicción habría sido superada naturalmente, por el desarrollo apoteósico de la memoria; que posibilitaría por acumulación la consciencia [abstracta] del Ser [concreto] sobre sí, dando paso con ello a la figuración. También naturalmente, la figuración y su consiguiente proliferación de imágenes, habría permitido la disociación y sustitución de significados; algo inevitable ya para la codificación de los primeros sistemas lingüísticos y de representación, que exigen la convención de signos con sentido propio; ero cuando estos sentidos son más prolíficos que las formas disponibles, imponiendo su reorganización constante en sucesivas combinaciones. DE ahí que el sentido primero de los conceptos fuera figurado y etimológico, y que eso sea un fenómeno premoderno [arcaico]; explicando esta recurrencia el análisis antropológico para cualquier comprensión del acto de conocimiento, incluyendo el tan inefable de la belleza…
…pero Dios es más grande!

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