Monday, December 24, 2012

Prometheus

Si algo tuvo de encantador el filme Alien, fue el horror inexplicable y gratuito; como Los pájaros del inestimable Alfred, al que bastaba su dramaturgia del espanto. La extensión de Alien en una secuela le restó ese brillo singular de la primera, en favor de una tesis intelectualista; pero a cambio se asentó en esa justificación que cohesionaba la saga como una metáfora [recurrente] de la lucha entre el Bien y el Mal. Nada más emblemático que el final de la tercera película de la serie, en que la protagonista descubre que ni ella ha escapado; nada más patético que el heroísmo con que se inmola aferrándose al Mal, que quiere salvarse [sobrevivirla], pero al que obliga a irse con ella.

Prometheus se desentiende de todo eso, incluso como precuela de toda la saga; el drama inicial es otro, con otra tesis en discusión. Para Prometheus, Alien es una derivación accidental en todos los sentidos; aquí la tesis es el origen de la humanidad, con todo y su justificación en los antiguos mitos. ¿Por qué tirar por la borda la saga terrible de Alien y mantenerse como su base argumental?, imposible y probablemente inútil saberlo; esta otra historia tiene sus propios y [muy] desiguales méritos, desde la estética y la truca espectaculares a las inconsistencias más horribles en su dramaturgia. Un libreto lleno de referencias intertextuales que aluden a todo sin discriminación, permite y necesita las acciones más arbitrarias en un impensable equipo espacial; mientras el maquillaje es tan burdo en uno de los personajes, que en algún momento puede confundirse con un extraterrestre. También los extraterrestres, con movimientos tan pesados como escenarios e indumentaria que los hace extrañamente primitivos; cuentan entre las inconsistencias con un sistema de oportunos e inexplicables hologramas que guían involuntariamente a los humanos. También el androide, que parece esforzarse por distanciarse de aquella sutil objetividad y funcionalismo del de Alien con su ironía, tan amarga y extraña como constante.
El quid quizás sea el carácter predatorio de esa especie extraterrestre, sólo que a extremos absurdos por lo irracional; pero recordando a todos, un poco forzadamente, que el avance tecnológico no es signo de evolución espiritual, como demostramos los humanos de continuo. Por otra parte, la idea de la implantación genética es interesante, y probablemente el único acierto; no contradice ni por un punto los conceptos darwinistas ni los creacionistas, y alcanza a unificar todos los mitos terrícolas con su adecuación antropológica.

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