Prometheus
Si algo tuvo de encantador el filme Alien, fue el horror inexplicable y gratuito; como Los pájaros del inestimable Alfred, al
que bastaba su dramaturgia del espanto. La extensión de Alien en una secuela le
restó ese brillo singular de la primera, en favor de una tesis intelectualista;
pero a cambio se asentó en esa justificación que cohesionaba la saga como una
metáfora [recurrente] de la lucha entre el Bien y el Mal. Nada más emblemático
que el final de la tercera película de la serie, en que la protagonista
descubre que ni ella ha escapado; nada más patético que el heroísmo con que se
inmola aferrándose al Mal, que quiere salvarse [sobrevivirla], pero al que
obliga a irse con ella.
Prometheus se desentiende de todo eso, incluso como precuela
de toda la saga; el drama inicial es otro, con otra tesis en discusión. Para
Prometheus, Alien es una derivación accidental en todos los sentidos; aquí la
tesis es el origen de la humanidad, con todo y su justificación en los antiguos
mitos. ¿Por qué tirar por la borda la saga terrible de Alien y mantenerse como
su base argumental?, imposible y probablemente inútil saberlo; esta otra
historia tiene sus propios y [muy] desiguales méritos, desde la estética y la
truca espectaculares a las inconsistencias más horribles en su dramaturgia. Un
libreto lleno de referencias intertextuales que aluden a todo sin
discriminación, permite y necesita las acciones más arbitrarias en un impensable
equipo espacial; mientras el maquillaje es tan burdo en uno de los personajes,
que en algún momento puede confundirse con un extraterrestre. También los
extraterrestres, con movimientos tan pesados como escenarios e indumentaria que
los hace extrañamente primitivos; cuentan entre las inconsistencias con un
sistema de oportunos e inexplicables hologramas que guían involuntariamente a
los humanos. También el androide, que parece esforzarse por distanciarse de
aquella sutil objetividad y funcionalismo del de Alien con su ironía, tan
amarga y extraña como constante.
El quid quizás sea el carácter predatorio de esa especie
extraterrestre, sólo que a extremos absurdos por lo irracional; pero recordando
a todos, un poco forzadamente, que el avance tecnológico no es signo de
evolución espiritual, como demostramos los humanos de continuo. Por otra parte,
la idea de la implantación genética es interesante, y probablemente el único
acierto; no contradice ni por un punto los conceptos darwinistas ni los
creacionistas, y alcanza a unificar todos los mitos terrícolas con su adecuación
antropológica.
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