Querido amigo:
Cuando te pregunté si
vendrías a Miami y respondiste que Miami no te mimaba, te dije que esta
ciudad no mima a nadie; que en efecto, uno cae aquí por necesidad y sólo
después de resignarse —o cambiar las letras de lugar— le encuentra uno los
encantos, lo que no es sino otra forma de resignación. Me respondiste entonces
divertido, que quizás yo comience la manía que te haga a la ciudad más
atractiva; pero yo estaba pensando en otra cosa, en Art-Basel, la feria de
artes que mueve una cantidad ya obscena de dinero, como de salario de
futbolista. De nada vale lo que uno pueda hacer ante eso, nadie puede nada
frente a un monstruo así, que es un Behemot; ni siquiera trayendo sobre ti los
focos de la prensa formal, porque hace rato todo el mundo sabe que eso responde
a manejos y manipulaciones, sobre todo tristes por lo pobres. Ya nada tiene
sentido, un periodista que te reseña sólo pone cuatro incongruencias; y le
queda perfecto porque es la subjetividad de su interpretación con sabe Dios qué
referencias, que en definitiva eso es el marco del análisis postmoderno. Para
que alguien pueda hacer algo en ese sentido al arte tendría que ser un fenómeno
siquiera medianamente popular, al menos llegar hasta la baja clase media; nunca
fue popular de suyo, pues siempre dependió del mecenas elitista y snob, pero al
menos apelaba a las formas populares. Eso es lo que se revertía en una fama
consistente y otorgaba la popularidad como ascendiente, que era un criterio muy
fino y destilado por el tiempo; pero eso ya no es posible, entre el mecenas y
el artista hay ahora una ecuación de la que se ha excluido al pueblo como
criterio, ya hasta en su alta clase media. Antes era esa alta clase media la
burguesía que podía sostenerlos a
ustedes con los hombros de su criterio… que era alguna calderilla; pero miren
ahora sus precios y contrástenlos con la presión del entorno económico, y vean
si no están todos pujando por ese exiguo uno por ciento que son los ricos entre
los ricos.
Eso es lo que pasa, y si
pensé en Art-Basel no fue precisamente por su racionalidad sino justo por la
irracionalidad mercantilista de su criterio; pero es por eso que Art-Basel es
tan exclusivo, no por un propósito de exclusión sino como resultado natural de
ese elitismo, que es económico. Es tan caro Art-Basel que difícilmente ningún
artista pueda traerse a sí mismo como artista y no como galerista, es una feria
de galeristas; igual que los festivales literarios lo son de editores y no de
escritores, y que las ferias de artesanía lo son de administradores municipales
y no de artesanos; no porque la vida sea un sinsentido sino porque aún en medio
del sin sentido hay que vivir, es la vida la que hace valer sus derechos. Creo
que el momento es crítico por lo contradictorio, pero que eso —y por eso mismo—
es lo bueno; al fin y al cabo impone una nueva percepción sobre las artes y
alimenta la vida al margen de esa burbuja de los ricos, que es nuestra
esperanza. No se trata de un rencor de clase —es sólo desidia— sino la extraña
forma en que la vida se impone con la evolución, extinguiendo a los más fuertes
en esa fortaleza de sus armaduras; es como vivir en Miami o tener un matrimonio
de conveniencias, pura resignación en que se descubre que la mediocre paz no es
tan desagradable y el arte se reinventa con la utilería doméstica, mientras a
lo lejos se extingue la francachela obscena de los ricos.
Tú sabes que se te
aprecia
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