Sunday, October 26, 2014

Elíptica

En kindle
Hacía ya rato que el culto había terminado y los otros sacerdotes estarían en sus cosas, él ni siquiera se había quedado atrás con un propósito definido; la liturgia respondía a la regla y eso garantizaba su efectividad, no era algo que se le ocurriera cuestionar. El sol se había desplazado de la hendija en la pared, por la que ahora se veía el campo que circundaba al templo; se asomó, nunca lo había hecho y sintió el impulso, le llamó la atención la espalda encorvada del campesino, que se volvió como si hubiera sentido el peso de la mirada. En realidad lo había sentido, una presión distinta al ardor del sol y que le hizo volverse hacia el majestuoso edificio que todo lo aplastaba en derredor con su masividad; vio al monje y frunció el ceño intrigado, no podía comprender cómo el otro conseguiría haberse trepado hasta el colorido rosetón sobre el arco principal. Por supuesto, faltaba el cristal —que siguiendo la secuencia era uno azul—, por eso podían verse uno al otro; pero el monje no estaba allí arreglando la rotura, y de igual modo era intrigante la forma en que habría llegado hasta allí sin los aparatosos andamios que lo hicieran lógico. Por alguna razón el otro no resistió la mirada insistente e intrigada del hombre y se retiró del ventanal, pero aún percibía el peso de esa mirada atravesando el hueco donde había estado el panel azul; su perturbación era exagerada, no tenía motivo para sentirse interpelado por la mirada de un tipo con el que no tenía nada que ver, como si él fuera un monje y el otro un campesino.

En Kindle
En efecto —recordó mientras se sentaba—, estaba convencido de la naturaleza religiosa de su vocación y de su trabajo; por eso eludía los cuestionamientos que le hacían partícipe de una clase soberbia e hipócrita, aunque estaba convencido de su honestidad. Ser profesor de filosofía en una universidad prestigiosa tenía su precio, siempre lo había sabido; pero el precio era cada vez más alto, y aquel hombre venía a ser un pretexto de su propia personalidad para insistir en sus cuestionamientos. ¿Cómo miraría un monje egipcio al campesino que lo mantenía con sus ofrendas?, obviamente con naturalidad; pero eran otros los tiempos, y él se sabía un monje, tan mediocre como podía serlo un sacerdote egipcio, y vivía de aquellas matrículas con que el sistema esclavizaba a la gente del mundo real. De todas formas el malestar era de una naturaleza incomprensible, pues todo se hacía siempre según las reglas que garantizaran la efectividad; miró de nuevo a la hendija desde la oscuridad provocada por el continuo desplazamiento del sol, no quiso volver a asomarse sino que le dio la espalda a la abertura. Se dirigió el monje a sus propios asuntos, rezaba admirado de una regla que todo lo había previsto; no sólo la necesidad puntual de la liturgia y los sacrificios por los que se había consagrado al dios, sino también los peligros del demonio del ocio sin contemplación.

Seja o primeiro a comentar

  ©Template by Dicas Blogger.

TOPO