Monday, October 13, 2014

Sermón para Stephen Hawking

Con toda esa autoridad que le corresponde en tanto una de las inteligencias más agudas de la humanidad en estos momentos, el superfísico Stephen Hawking ya postuló la inexistencia de Dios; lo que de novedoso sólo tiene la autoridad, aunque tampoco es eso poco, si corona en apoteosis la tradición científica del ateísmo. El único problema con el postulado es que Hawking es físico —probablemente el mejor— y el concepto de Dios es metafísico; es decir, que la única autoridad de Hawking al respecto —que no es poca— sería la que le otorgue el sentido común, con la consistencia de una lógica avezada en la prueba y el error. Aún así, la naturaleza tan distinta entre el objeto y el sujeto del postulado insistirá en introducir la malhadada y persistente duda; algo así como de si no es de poco sentido común hacer postulados apodícticos respecto a objetos tan distintos del propio que le resultan contrarios, y puestos a ver hasta contradictorios.

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En realidad, la persistencia del ateísmo suele ser tan reductiva como el fanatismo religioso al que se enfrenta; lo que no es extraño sino recurrente, para asombro de todo el que se asome a este debate que antecede incluso al de los universales, olvidado en su inutilidad. A estas alturas debería saltar a la vista que referido un fenómeno como sobrenatural se alude entonces a una cualidad suya de sobreposición a lo natural; que aludirá entonces a la determinación de eso natural, y cuya representación —en tanto objeto de conocimiento— ha de hacerse en formas naturales. Eso explicaría de paso la fascinante monstruosidad de la imaginación premoderna, que sin  sonrojos imponía alas y nimbos como los antiguos ponían cuernos y otras anomalías anatómicas; es decir, para así representar cualidades como la ubicuidad, la extrema velocidad, la descomunalidad del poder, o el nivel de abstracción (pureza).

Que a los científicos de hoy les falte imaginación para lidiar con eso es triste y descorazonador, y seguro decepcionaría a sus sagaces precursores; pues esos sí que tuvieron imaginación para saltarse el muro de la profusa imaginación religiosa e intuir que el mundo físico tenía explicaciones inmediatas y físicas; misma imaginación que no tienen estos para imaginar que este complejísimo de híper determinación de lo físico en lo físico se podría haber representado en una cualidad metafísica. Después de todo, y teniendo en cuenta la relatividad de las
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cosas, pudieron haber visto que el pensamiento primitivo era práctico e inmediato; no sólo que su facultad abstractiva era de corte antropomorfista sino que su materia misma era utilitarista, y por tanto poco dada a la noción de periodicidad de los elementos químicos o de los estados propios de la naturaleza. Nada más natural que en cuanto el pensamiento humano alcance la madurez sufici8ente se detenga en esos tópicos, pero que por lo mismo no lo haga antes de tener esa madurez; que al fin y al cabo se trata siempre de la masa crítica que hasta poetas contemporáneos pueden abstraer en metáforas atrevidas como esa de una cantidad hechizada, por sólo poner otro simple ejemplo. Obvio, el problema aquí es que Hawking no es poeta, lo que ya destilaría una sutil y pérfida desconfianza ante la sutileza de su conocimiento sobre física; porque si aún en la contemplación de esa vastedad que es el universo no puede acceder al valor abstractivo necesario para sistematizarlo más allá de lo físicamente —¿Qué es una abstracción?—, su agudeza sería más tópica y snob que efectiva…




…por eso Dios es siempre más grande
bendito sea su nombre por siempre!

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