Potencia y Teleología: Realismo Trascendental y Trascendentalismo Peirceano
En este sentido, tanto Peirce como este realismo proponen
una comprensión de la estructuralidad de lo real; aunque con presupuestos distintos,
pues Peirce construye una teoría semiótica, en que la realidad se expresa en
signos, relaciones y hábitos. Para el realismo trascendental, los signos forman
parte de la expresión política, en su convencionalidad, como cultura; participan
de la comprensión de lo real, pero no en lo real en sí —como epifenómeno—, sino
apenas como efecto secundario.
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Charles S. Peirce |
Frente a eso, el Realismo Trascendental reconoce la
estructura relacional en que se organiza el Ser, como ese Synechism; pero no
reconoce ninguna finalidad intrínseca al mismo, y carece por tanto de
teleología o fin trascendente (ágape). No hay amor como principio ontológico,
ni progreso como necesidad estructural que impulse esa evolución; sino que lo
que hay es Potencia, y no como posibilidad moral ni dirección, sino en el
tejido mismo del caos primigenio; cuyas relaciones —aunque indeterminadas— son
siempre funcionales, dando forma a esa estructuralidad de lo real.
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Entropía política |
Sin embargo, mientras Peirce postula al signo como
mediación, este realismo lo disuelve en su condición relacional; pues la
estructura no comunica sino que funciona, no significa sino que se refleja, y
en esto se extiende como humana. Por eso, aunque el Realismo Trascendental es
pragmático, no es pragamaticista, más cerca del utilitarismo casuístico; y en
ese sentido, puede decirse que el Realismo Trascendental es más radicalmente
realista que, por el sustrato trascendental de este; pues en la teleología de
Peirce se percibe claramente un substrato trascendental pero del Idealismo, no
del Realismo.
A Peirce le basta con la estructura, como proyección
funcional de la potencia, en la que esta desarrolla sus probabilidades; pero contrario
a su Pragmatismo, aunque sí hay continuidad entre los fenómenos, no es por
evolución teleológica; sino por la condición misma de lo real, como relación entre
el fenómeno y el epifenómeno, en su potencia subyacente. La política, la ética
y la cultura, entonces, no son para el Realismo Trascendental etapas de un
desarrollo humano; sino estructuras derivadas de su misma potencia caótica,
realizadas en función de su propia lógica relacional.