Más acá de la razón, ensayo de Occidente I
El estructuralismo político chino, como espejo y función del occidental
No es gratuito que el esquema se reproduzca, desde la Lógica aristotélica a
la estructura neoplatónica de la cábala; en un caso para dar la determinación
de la substancia, y en el segundo para el establecimiento de lo real. Eso
explicaría la recurrencia de los problemas políticos de Occidente, siquiera por
su reflejo en los de Oriente; donde la estructura política china explica la
discontinuidad de la occidental, por sus funciones subestructurales.
La caída de la dinastía Qin (221–206 a.C.) puede entenderse como el fracaso
de un poder demasiado rígido y centralizado; lo que es grave, ya que esta es la
fundación misma de la estructura política china como hermenéutica de lo real. Sin
embargo, una mirada más profunda revela que esa misma fragilidad fue también la
fuente de su fuerza inicial; y al compararla con la experiencia occidental
—desde la usurpación carolingia al absolutismo francés— perfila un patrón común;
en el que los regímenes que sustituyen la mediación pragmática por un
intelectualismo, unifican y centralizan, pero no concreta una estabilidad.
Esa mediación funcionaba como una contracción (Titsum), concentrando la
energía (Ain Soft) en torno al heredero; que así producía el centro de poder
real y legítimo (Kether), en la figura del futuro Primer Emperador. Su
ministerio produjo incluso un principio de Ilustración (Hokmah), visible en la
compilación del Lüshi Chunqiu; donde se intentaba unificar saberes y dar
forma a una cosmovisión universal, asentada ya como tradición original. Sin
embargo, esa apertura fue desviada por la inteligencia legalista de Li Si
(Bimah), que actuaba como limitante; sustituyendo la flexibilidad política del
pragmatismo de Lü Buwei, por la rigidez doctrinal y legalista de la academia.
El nuevo emperador era un soberano de papel, sostenido por eunucos y
funcionarios, sin puente hacia la población; y ese fracaso no fue un accidente,
sino el inicio de una recurrencia estructural, por su disfuncionalidad. Cada
vez que el imperio intenta fundarse en la sabiduría (Hokmah), sufre la
corrupción de la inteligencia (Bimah); que encarnada en letrados y eunucos —académicos
y funcionarios—, se concentra en sus intereses de clase; haciendo que el ciclo
se reinicie, impidiendo la concreción del Reino (Malkuth), que es lo real como
potencia (Tifereth).
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