Friday, September 26, 2025

Divertimento de antropología política III

El origen del socialismo político hay que situarlo en el utópico, y este en la génesis del capitalismo moderno; y esto como referencia, pues la categoría es acuñada por Engels, como contraste con su socialismo científico. Engels agrupa en esta categoría a figuras marcadas por el racionalismo francés, como Saint-Simón o Fourier; aunque también reconozca la importancia el inglés Robert Owen, pero este aún como base práctica y no teórica. 

Lo que se pierde en esta perspectiva, son las diferencias nacionales en que evoluciona el capitalismo moderno; marcando en estas la forma de las utopías sociales, que son típicas del racionalismo moderno, como neoclásico. En ese sentido, Francia produciría los sistemas teóricos, e Inglaterra sólo la primera práctica comunitaria de reforma social; pero respondiendo en ambos lados a un mismo proceso histórico, desde la expansión de la economía mundial desde el siglo XVI. 

Pero el primer estímulo de este proceso proviene de España, con su extracción masiva de plata en América; con el flujo constante desde Potosí y México, articulado con el comercio asiático, a través del Galeón de Manila. Esto generaría la monetización del mercado a nivel global, como distribución de la capacidad de consumo; pues —contrario a lo establecido— el metal no solo habría enriquecido a la Corona y a sus banqueros europeos; sino que de hecho habría puesto en circulación una masa dineraria sin precedentes, facilitando la expansión del comercio. 

Esa sobreabundancia de plata sería lo que habría facilitado la integración del mercado, multiplicando el intercambio; y sobre todo, ampliaría el consumo más allá de los círculos cortesanos, redundando en la emergencia burguesa. En ese sentido, la plata americana constituiría el cimiento material sobre el que se construirá el capitalismo europeo; del que Francia fue quien mejor supo transformar esa monetización, en una auténtica apoteosis productiva colonial.  

Las plantaciones francesas produjeron azúcar y café en cantidades masivas, basadas en el trabajo esclavo; la riqueza generada por Saint-Domingue, Martinica o Guadalupe, superó la de las colonias españolas o británicas. Sin embargo, esta expansión descansaba sobre un modelo técnico primario, en el modelo de la plantación; con una producción ya sistemática e intensiva, pero sin dinamismo tecnológico ni impacto político inmediato. 

El capitalismo francés se alimentaba del lujo cortesano y los flujos coloniales, pero no desarrollaba maquinaria; por tanto, no redundaba en una organización industrial, que sostuviera un crecimiento suficiente y autónomo. Sería Inglaterra la que catalizó esos impulsos dispersos, convirtiéndolos en un sistema orgánico y suficiente; su sociedad, a diferencia de la francesa, estaba más abierta a la redistribución de la capacidad de consumo.  

La riqueza no se concentraba ya en la corte, sino se expandía en una burguesía mercantil, y luego industrial; que la reinvertía en la sociedad, reorganizándola al margen de la estructura medieval francesa y española. El mercado inglés, estimulado en esta circulación, genera una demanda que exige nuevas formas de producción; y es en este punto, que surge la tecnología, como respuesta más que como causa primaria de ese desarrollo 

El salto inglés no radicaría así en inventos aislados, sino en su capacidad para reorganizar la producción; aunque esto ya en torno al consumo, no de la producción misma, y dependiente de la monetización. De esta manera, Inglaterra se convierte en el espacio donde el capitalismo se exponencia a sí mismo; el país traduce la riqueza en un régimen de acumulación, que ya no depende de las colonias, sino de la expansión industrial.  

Será esa reorganización, de la economía sobre consumo, lo que revele la contradicción estructural del capitalismo; con sus largas jornadas, explotación infantil, hacinamiento urbano, y proletarización del campesinado. Es aquí donde el pensamiento utópico encuentra su base, y Robert Owen, es su primera propuesta concreta; desde su visión en New View of Society (1813–1816), pero hasta sus experimentos en New Lanark y New Harmony; en los que busca armonizar producción y bienestar social, con el mismo pragmatismo que luego haría Henry Ford. 

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