Wednesday, September 3, 2025

Del estilo sistáltico al estilo hesicástico

La escritura ensayística suele oscilar entre dos polos, comenzando con la búsqueda de claridad lineal en la exposición; en la que se busca exponer los fenómenos, y argumentarlos en un orden lógico y comprensible al lector al que se dirige. En el otro extremo estaría la densidad conceptual, que prefiere respetar la complejidad del objeto en que se interesa; en vez de reducirlas a un esquema equívoco, como el que muchas veces resulta la llamada razón objetiva.

Lo que aquí se defiende se inscribe en ese segundo registro, pero con una fundamentación metodológica propia; y lo primero que debe aclararse es que la perspectiva que guía este estilo no es trascendentalista en ningún sentido; es decir, no concibe la historia como una sucesión regida por principios externos, sean estos la Providencia, la Razón universal o el Progreso. Se trata de un acercamiento inmanencialista, tratando de comprender la historia desde sus determinaciones propias; como expresión de la experiencia humana misma, por la recurrencia de sus configuraciones culturales en tanto forma. 

No se trata por tanto de la historia como una evolución, sino espacio en el que organizan estructuralmente los fenómenos; y que en su naturaleza antropológica, responden a funciones subestructurales, que atraviesan épocas y geografías. Como un fenómeno transhistórico en sí mismo, en este punto la segunda nota distintiva: la categoría de lo trialéctico; que frente a la dialéctica histórica —de los conflictos socio económicos como motor del cambio—, aquí responde a ese carácter transhistórica. 

En ese sentido, por ejemplo, lo decisivo no son las contradicciones materiales ni las fechas puntuales de los fenómenos; sino la forma en que las recurrencias culturales se rearticulan en diferentes contextos, con la actualización de la estructura. Como condición propia de lo real —en tanto forma—, la trialéctica no está sometida a la linealidad del tiempo; remitiendo a configuraciones antropológicas, que reaparecen bajo formas distintas: el absolutismo como cosmología política, el mercantilismo como principio expansivo, la sacralización del poder como ordenamiento de lo real, etc.

De ahí que el estilo sea ensayístico pero no racionalista ni pedagógico, en ese sentido corriente de la lógica cartesiana; que resulta inadecuada para captar la ductilidad y la complejidad intrínsecas a lo real, como base de los errores modernos. Por eso se privilegia una estructura espiral, en que las ideas se encabalgan y retoman, plegándose unas en otras; y en la que el lector puede tener la sensación inicial de incomprensión, pero como dificultad en vez de defecto.

Se trata de un método, en el que lo complejo no se reduce hasta perder el sentido propio de su función estructural; por tanto, el texto no suaviza o racionaliza lo real, sino que lo hace aparecer en toda su densidad irreductible. En definitiva, como analógico, este estilo busca reproducir en la escritura la lógica de las recurrencias que estudia; y así como los fenómenos históricos no se dejan atrapar en una línea de evolución, el ensayo tampoco se constriñe a una secuencia rígida. 

La complejidad del objeto reclama una comprensión igualmente compleja, y de ahí los encabalgamientos y retornos; que mantiene la simultaneidad de ideas y procesos que sigue en su comprensión, sin reducirlas en una linealidad consecutiva. Lejos del capricho literario, esto responde a al principio hermenéutico de comprender lo real en sí, no en sus reducciones; en una escritura que exige paciencia y complicidad, que exige ser recorrida más de una vez, como la espiral misma que propone. 

Justo ahí radica su fuerza, al ofrecer un modo de pensar que no simplifica, sino revela la riqueza estructural de lo humano; expresado en su realización como histórico, pero determinado en esa estructuralidad que lo organiza como fenómeno. En síntesis, este estilo es inseparable de la concepción antropológica que lo fundamenta, la transhistoricidad de la trialéctica; una mirada inmanencialista a las recurrencias culturales, que determinan no solo los contenidos, sino también la forma de los ensayos. 

Quien entienda esto comprenderá que la densidad no es obstáculo, sino un acercamiento deliberado a lo real; para elaborar así una hermenéutica más eficiente de la realidad, en su misma naturaleza convencional. Quien no lo entienda, asuma también que la ignorancia es también culpable, cuando es voluntaria en su dogmatismo; y que es tonto andar como la lechuza del cuento de Onelio Jorge Cardoso, recomendando vicaria cuando sale el sol del Realismo.

…podemos ya empezar!


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