Carlos Barba, tan de pura ontología
Carlos Barba recién estrenó
en La Habana su documental dedicado al director de cine cubano Humberto Solás; y
uno comprende las razones de la distancia y la imposibilidad, pero no deja de
lamentar que sea el deporte y no la cultura lo que se preste como instrumento
para la diplomacia. Con el nombre escueto de su propio objeto, Humberto promete algo más que el elogio
de ese mito del cine cubano; porque algo más que grandilocuente, Humberto Solás
pudo encarnar esa tradición ya cerrada, de la que se va a
denostar mucho por sus orígenes espurios. Humberto parecería destinado a ser la
reivindicación de la escuela del cine revolucionario, a la que podrá
representar por reducirla a su propia circunstancia; porque es cierto que fue
la épica revolucionaria la que le brindó los temas de su cine regular, con el
que llegó incluso a sentar su propio canon; pero no es menos cierto que, como
en una dimensión paralela, puedo escapar a las presiones realistas, postulando las
posibilidades narrativas del cine como fenómeno equivalente a la literatura.
La decadencia del cine
cubano viene marcada por la misma insostenibilidad de su administración
tradicional en el ICAIC; que sería como la maldición con que la vida le
devuelve la mentira de su carácter inaugural, con aquella negación de toda
tradición anterior. No obstante, el cine revolucionario cubano existió y fue
singular, sentó una estética y creó una sensibilidad; cuyo valor además era
profundamente metafísico, por asentarse en la épica del humanismo que trató de
materializarse en la revolución. Ahí es donde resalta el valor angular de
directores como Barba, suficientemente jóvenes como para insertarse en el
azaroso futuro, suficientemente inteligentes como para no tirar al bebé con el
agua. Barba, sin un discurso o una retórica, ha hallado su interés dramatúrgico
en el desarrollo mismo del medio; creando cine dentro del cine, como una
estética que le ha permitido por su madurez formal la documentación de los procesos de creación
de ese cine, comprendiéndolo en sus más profundas determinaciones. De ahí las
expectativas que siembra este material suyo en específico, luego de haberle
visto esos homenaje a nuestras divas generacionales, atrapadas en la contradicción; de
paso, también, las que quizás sean las tomas más interesantes de Enrique Pineda
Barnet y Raquel Revuelta en la hermosura de su vejez.