Ligado al fango
Hace un par de siglos, cincuenta
años no era nada, y no alcanzaban para borrar una memoria histórica; lo que era
importante, pues un suceso de dimensiones dramáticas se mantenía como una
referencia, hasta que se incorporaba en la memoria genética de la
cultura. Ya no es así, y en los Estados Unidos nadie recuerda cómo era la
cultura antes de los baby boomers y el mito de la clase media; por eso es tan
difícil entender de dónde proviene la virulencia racial que todavía nos marca
como cultura, asumiendo que su grupo de poder vivió siempre en una posición
materialmente cómoda.
Mudbound pone todas esas cosas en perspectiva, y recuerda que la
cultura rural norteamericana era salvaje; no extraña entonces la violencia que
permeó sus relaciones interraciales, como base de su estructura económica; ni
tampoco extraña entonces que aún ensombrezca una sociedad a la que todavía
determina, por su cercanía en el tiempo. Artísticamente, el filme es magistral,
denso y panorámico en su dramatismo, con actuaciones poderosas por lo sobrias; apoyado
en una fotografía que despliega su funcionalismo en unas vistas paisajísticas
muy elaboradas, muy dependientes del color.
La fotografía es sinfónica, y se
apoya en la música para avivar el drama, con esa religiosidad perturbada de los
negros del Mississippi; que sin embargo equilibra la trama, sin poner el peso
en ninguna de las partes en conflicto, a pesar de que una de ellas sea la que aporta
este elemento. La edición se mantiene a la altura, con transiciones bruscas a
pesar de lo rítmicas, por su carácter elíptico; que concatena escenas
directamente opuestas, manteniendo la tensión del crescendo. La dirección es
tan magistral que desaparece, y no se reconoce nunca, dejando el espacio a una
narrativa que exhibe y recrea su origen literario; todo eso apuntando en la
sola dirección de un drama in crescendo, que poco a poco va explicando la
escena brutal con que comienza el filme.
Dee Rees |
Nada sobra ni nada falta, y eso
es lo único que habla de esa mano maestra que dirige esta película hasta el
clímax; sin detenerse —ni omitir— en subtramas, que siendo importantes hubieran
dispersado la atención por su propio dramatismo. Es curioso, porque la directora
es negra, pero no alimenta su resentimiento, sino que explica el origen mezquino
que permea esta violencia; con una carrera interesante, que exhibe títulos como
la biópica Bessie, y Pariah, que —como Bessie— se detiene en problemas de identidad sexual. Puede que sea
esta peculiaridad de su cinematografía anterior lo que le permita ese
distanciamiento del problema racial; de modo que puede poner las cosas en
perspectiva, y no olvidar —ni ocultar— detalles, que suele ser lo que hace
incomprensibles los problemas.
Mudbound es una metáfora desde el título, que no alude sólo al
colorido folclor del Mississippi con sus aguas fangosas; sino que se apoya en
esa peculiaridad casual para hablar del alma humana, que es la que se proyecta
en mímesis con su entorno. Quizás sea la inteligencia de semejante
planteamiento lo que le provea la fuerza, pero habla también de la del arte
como expresión; y puede que hasta de la tensión introducida por Netflix, como
nuevo parámetro que equipara el cine norteamericano al europeo, más de autor
que meramente industrial.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment