Presencia, de Puerto Rico en Miami
Cuando las mentes
de este capitalismo feudal idearon la iniciativa de las Américas, salivaron con la
idea de Miami como capital; el periódico local incluso desarrollo imponentes conferencias
con lo más brillante y granado del pensamiento político y económico de la región,
y hasta se hizo alguna que otra maqueta. Sin embargo, a la viejita se le cayó
el canasto de huevos, y todo quedó en ese limbo perpetuo del desarrollo
latinoamericano; hasta que Art Basel, forzó esa reunión imposible con su ímpetu
mercantil, y demostró que Marx se habrá equivocado y el materialismo será
excesivo, pero el mercado es la primera determinación de la realidad humana en
tanto cultura.
Con ese mismo
nivel, un grupo de artistas puertorriqueños aprovecharon la coyuntura y tiraron
sus redes al mar de Miami; hospedando una exposición temporal en Canvas Miami
Gallery, abierta hace un año en la entrada espectacular de Winwood. La
exposición se llama Presencia, apelando a la retórica subliminalista con que
todos esquivan el valor radical del comercio; pero más allá de eso, la
propuesta en sí es interesante y rica, abarcando en su amplitud el variado
panorama plástico de la isla caribeña.
El grupo lo
conforman doce artistas, reunidos en homenaje a Rafael Rivera Rosa y Edwin
Maurás Modesti; que no desconocen los coqueteos con que los maestros de la
vanguardia nos tomaron el pelo a medio del siglo XX, pero tampoco desmerecen de
la barahúnda que tuvo lugar en la feria de referencias. En lo personal, quizás
lo más atractivo por su ligereza y fluidez, sea la juventud evidente de Luis Alejandro
Rodríguez; al que adjudican muchos estilos, pero que sin dudas proviene de un
expresionismo naif marcado por el Pop.
Junto a él, las
fotógrafas Laura Rodríguez Abreu, Rosario Fernández Esteve y Zuania Muñiz; que
aunque bien singulares cada una en su propuesta —todas más o menos esteticistas
y formales—, aportaron una percepción original de la realidad.
Esta vez por lo denso, sobresale también Héctor Rafael, con una validación de
las funciones reflexivas del arte en tanto forma; que será inocente en tanto no
lo hace a propósito, pero no por eso es menos contundente, en una propuesta de
profunda ontología.
Rafael postula
una realidad desde el más extremo subjetivismo, que sin embargo alcanza niveles
de referente universal; aunque no tanto por su tratamiento de la forma como por
el drama que refleja en la totalidad del cuadro, en una narrativa interesante y
atrevida. Su peculiaridad radica en su propia sensibilidad, que podría
calificarse como de frontera; con lo que de modo imperceptible violenta toda
limitación a la expansividad misma del ser, en un canto de absoluta
individualidad que sin dudas lo acerca en hondura al trabajo de las fotógrafas.
La exposición es
—como se dijo— valiosa, y cubre en su amplitud e inteligencia un espectro
suficiente de la plástica puertorriqueña; es también el tipo de movida que
brinda a Miami su cosmopolitismo y hasta la determina en su identidad, más allá
de lo que quieran sus intelectuales y políticos. Canvas Gallery por su parte,
en el 3050 de Biscayne Boluverad se valida a sí misma como propuesta de acceso;
funcionando con esa flexibilidad y suficiencia de las ferias satélites a Basel,
pero en sí misma como un marco adecuado por el que acceder a esa
comercialización.
*Las imágenes fueron seleccionadas por su disponibilidad en la red, y no reflejan necesariamente la preferencia ni el criterio último; también son tomadas de la red, y por tanto su calidad difiere de los originales.
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