Miami homenajosa
El 2010 cerraría la primera década del siglo
en Miami con una epopeya, tratando de hacer de la ciudad un mercado literario;
la táctica fue invertir el proceso lógico, y aprovechar la XV Feria
Internacional del Libro (FIL) para lanzar una estrategia de largo alcance. Coincidía
el cuarenta aniversario de la publicación de Después de la gaviota, del cubano José Lorenzo Fuentes, con el de Aura de Jorge Fuentes en México; la
Feria de Guadalajara explotaba el suceso con perspicacia intelectual, y en
Miami José Lorenzo conseguía una reedición desastrosa y esforzada de su libro.
La edición miamense consiguió un modesto
espacio en la FIL Miami, hundida en el forcejeo de los autores locales; la
táctica fue empujarla subrepticiamente, y destacando el suceso dramáticamente, para
dinamizar el impacto comercial de la literatura; que si bien era a nivel local,
trataba de ranquearla internacionalmente, más allá de esta frontera. El
resultado en cambio fue desastroso, José Lorenzo agradeció ladinamente el
esfuerzo personal sin responsabilizarse; los autores locales, sintiéndose
injusta y tramposamente desplazados en su orgullo, sabotearon toda continuidad.
Ese el problema con las culturas locales,
la mezquindad que las lastra y les impide el desarrollo; porque si los autores
locales hubieran accedido al dinamismo, Miami habría conseguido replicar el
desarrollo normal del mercado. Con el tiempo, la grandeza de Fuentes (el cubano)
fue rebajada a ese localismo, para tranquilidad de las locales hordas;
apretujadas en la Feria como el único suceso de trascendencia posible, igual
que aspirando a las alabanzas insustanciosas en el periódico, casualmente
también local.
Muerto José Lorenzo Fuentes, ya no amenaza con
estatura alguna la pequeñez del más alto de los locales; puede hacérsele el homenaje
con que esos mismos locales se homenajean a sí mismos, en ese juego de las
reverencias al que él mismo se prestó. Miami nunca tendrá estatura de mercado literario,
fiel al pragmatismo de su naturaleza norteamericana; como prueba el desfile de
celebridades de la política nacional a que ha descendido su promesa de evento
literario.
Sin embargo nada de eso importa, de hecho
una inserción espectacular que dinamizar el Mercado literario habría sido
sorprendente; no por gusto finalizaba el primer decanato del siglo XXI, culminando
sin esfuerzo la transición desde la decadente y libresca modernidad. Quizás en
su oscuridad, como corresponde, Miami es el cumplimiento final de esa fatalidad
de los períodos culturales; como una piedra anónima sobre el espíritu
desconocido que caminó sus luminosas calles, y que en la mirada se lleva su
importancia real.
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