La paradoja es una figura filosófica, y esa es la única realidad que tiene,
al basarse en la falacia de una falsa premisa; ni siquiera las matemáticas, ricas
en excepciones, dan lugar a una paradoja, por esta naturaleza suya. Tal es el
caso de la teoría del capitalismo de Carlos Marx, cuando lo define como la
propiedad sobre los medios de producción; que aunque en principio es válida,
desconoce la naturaleza misma del capital en la metafísica, como la fuerza que
permite la realización de la potencia en acto.
En esa sutileza difiere el marxismo de las teorías socialistas, concebidas
por el humanismo francés hasta Saint Simon; como oposición al industrialismo
con que arribaba la modernidad, y por ende comprensible como su contradicción
directa. La diferencia está en que Saint Simon (y ese socialismo francés) no
concibe al capitalismo sino al industrialismo como estadio político; que de
hecho no esconde la naturaleza autoritaria y feudal del corporativismo económico,
como sí lo hace la teoría marxista del capitalismo.
De hecho habría sido el industrialismo, no el capitalismo falaz, lo que
potenciara el individualismo moderno; como probaría la extrema contradicción
del capitalismo corporativo de la economía postmoderna, que incluye la
socialista; en ambos casos como sujeción final del individuo a la sociedad, por
medio del autoritarismo corporativo. El problema puede provenir de la misma
sistematización de la teoría marxista, en conjunción con su definición del
proletariado; que en oposición a la de la burguesía como dueña de los medios de
producción, se opondría a ese proletariado en las contradicciones de clase,
definida por sus intereses.
Esa simplificación no tiene en cuenta el problema del funcionariado, que se
especializaría como falsa burguesía; en tanto reproduce el comportamiento de
esta, en la administración de esos medios de producción; pero que en tanto sólo
los administra sin poseerlos, es al menos nominalmente parte del proletariado,
al que representa. El problema ahí es que, en esa especialización, el funcionariado
produce sus propios intereses, también especiales; que por tanto lo oponen
incluso dialécticamente al proletariado, al que supuestamente representa.
Siguiendo esa cadena de falacias, la gran paradoja sería que Estados Unidos
se definiría como el país más proletario; canalizando en ello el desarrollo del
socialismo, siempre dialécticamente, según las teorías primarias de Saint
Simón; y no por su tremenda base económica, que es dilapilable como todo
capital, sino por su constitución política misma. En efecto, contrario a las
economías más industrializadas europeas, el capital no es necesaria o básicamente
hereditario; que es lo que constituye a la aristocracia, como monopolio de
hecho sobre el capital, cuya naturaleza económica no es siempre o necesariamente
monetaria.
De hecho, la única diferencia entre el industrialismo moderno y el
feudalismo medieval es el carácter del capital; que siendo monetario en un caso
y militar en el otro, es siempre el que permite la realización en acto del
potencial político. La clase industrial europea es básica y funcionalmente
aristocrática, ya que no depende nunca de la prole; sino que se sostiene en su
propiedad misma del capital que administra, sea este militar o monetario, de lo
que depende su crecimiento. No ese el caso de la clase industrial norteamericana,
que incluso cuando posee los medios de producción depende de la descendencia;
ya que la naturaleza estricta de su capital, incluso si como inversión, sólo le
permite sostenerse en esta descendencia.
Es un fenómeno que se está reproduciendo en Europa, pero que surge y se
desarrolla en los Estados Unidos; en el sentido de este ascendiente monetario y
no militar del capital, que disuelve el carácter burgués de sus propietarios.
Mientras, el autoritarismo de la economía feudal tampoco desaparece, sino que
se contrae aún más, al estado; quien reteniendo el monopolio de la fuerza
militar, posee así la base originaria del capital, y por ende el poder político.
Esto es lo que de hecho posibilita el desarrollo de la contradicción socialista
del industrialismo, por encima del capitalismo corporativo postmoderno; aunque a
través del desarrollo del funcionariado, que como clase especial no se reconoce
en sus intereses como proletario.
El proletariado sí se conformaría así con la depauperación de la burguesía,
pero una depauperación política; no económica, ya que en definitiva es un
desarrollo positivo propio, y no una contracción negativa; al producirse en la
base económica del proceso industrial norteamericano, por sus propias
características históricas y políticas. Mientras la depauperación real, en su
sentido negativo, ocurriría en la élite profesional del proletariado originario;
que integrando el funcionariado, tanto de las corporaciones capitalistas como
del estado, se establece y desarrolla como falsa burguesía.