Carta íntima a Alfredo Triff
Primero, la dialéctica sería el principio que
informe a la realidad, en su determinación como cosa extensa; porque sería la
primera determinación, por la que esta se ordena en ese sentido de lo histórico,
en que es comprensible. El problema aquí estaría en su reducción a lo político
(Marx), tan distinto de su sentido ontológico (Hegel) primario; ya que en ese
sentido político se reduce a la contradicción, en que no puede producir una
síntesis como resultado en su realización.
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A saber, la estructura ontológica de lo
real —como dialéctica— mantiene la actualidad de sus determinaciones; no las
supera en un sentido temporal, como no se rebasan los principios mecánicos en
la más sofisticada física. Por eso, un empuje literal —no metafórico— de lo
histórico en la síntesis es absurdo de principio a fin; pero una superposición
continua —de estados entrelazados— no lo sería, manteniendo esa base en la
naturaleza de lo real.
Mira ese momento maravilloso, en que Kant
ajusta la tradición idealista, reinaugurándola en la corrección; porque es de
Aristóteles de quien se apropia la función trascendental, para una mejor comprensión
de lo inmanente. ¿No es esplendoroso que —sin quitar un punto de actualidad al
Idealismo— lo haga más eficiente en la contracción crítica?; pues a eso
apuntaría el desarrollo del pensamiento, en el ajuste constante que afine la comprensión
de lo real.
(Continua abajo)
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Esto sería, de hecho, lo que hacen los
oráculos en sus propias secuencias binarias, sólo detenidas por la convención; pero
que en principio serían infinitas, aunque adquiriendo una exponenciación en el
avance de esa secuencia, ya al tercer paso. Después de todo eres músico, y
acostumbras a hacer extraños arpegios, así que nada de esto debe sorprenderte;
la cuestión no es esa, sino si te
interesa, como esa otra extensión que vela a las musas en sus escarceos, no por
gusto prohibidos a lo humano.
No se me escapa que escribes el Bourbaki
en inglés, como distanciándote del barroquismo formal que nos agota; no porque
sea inútil sino porque resulta distrayente, ofreciendo sus propias variantes de
incienso al sueño. De modo especial, apunto al hecho de que lo dedicas al arte
más que a la filosofía o las matemáticas propiamente; dejando claro que te
refieres a un espíritu, a cuya inteligencia es que apelo, como a intimidad de
un buen Virgilio. Claro, debe quedar claro si estás en la mitad del camino de
la vida, y te amenazan una onza, un león y una loba; porque ya esto es la selva
oscura, y es el nombre de Beatriz (Bourbaki) —que posará sus ojos en ti una última
vez— el que invoco.
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