La termodinámica en la física aludiría sólo a la dinámica
estructural en que se organiza, en el sentido de energía; pero reflexionada
esta como forma en la cultura, que responde así a sus mismos principios formales.
Eso explicaría su recurrencia religiosa, como reflexión funcional de esa
dinámica, en la reproducción de su objeto; que así sería también real, pero ya
dado como humano, en la cultura como esa naturaleza propia de lo humano.
Esto sería lo que comprende Platón en su teoría de las
ideas, aunque sin establecer la relación entre forma y energía; que es lo que resuelve
Aristóteles, como determinación formal de la substancia, en la casuística como secuencia.
Esto sin embargo se pierde, por falta de conciliación epistemológica
suficiente, hasta incluso en conflicto de los universales; pero reaparece en el
neoplatonismo judío, dadas esas recurrencias místico religiosas suyas, en la
tradición cabalística.
Esto conectaría la historia y la física por su
estructuralidad, diferenciadas por la determinación reflexiva de la primera;
entendiendo lo termodinámico como los ciclos energéticos en que se organiza lo
físico, reflexionados en la cultura. Así, como la energía, la forma no se
pierde en la cultura, sino que se expresa estructuralmente, como política; en el
complejo de subsistemas en que se da esta expresión, desde el ritual religioso
a las relaciones económicas.
En este sentido, todos
esos subsistemas de rituales y liturgias religiosas, serán formas concretas de
energía cultural; que relacionadas entre sí producen la función política, ya
desde la determinación religiosa a la económica. De ahí que las recurrencias simbólicas
no sean aleatorias, sino patrones estructurales de energía como forma; que
sería lo que Platón concibe como entidades inmutables y perfectas, y son en
Aristóteles determinaciones de la substancia.
El problema originado con Platón, es que no establece la relación
entre energía y forma, en su naturaleza reflexiva; de la que resulta esa
eternidad de las ideas, pero sin explicar esta reflexividad como esa manifestación
concreta. Ahí sería que Aristóteles introduzca la causalidad formal de la
materia, explicando esta atribución de sentido; al establecer ya una
interacción entre la energía como potencial de cambio, y la forma como su
realización actual.
Todavía queda ahí el problema de la conciliación
epistemológica, que no tiene lugar por la tensión entre las escuelas; quedando
el sistema fragmentado por sus sucesivas interpretaciones, sin integrar nunca esta
naturaleza reflexiva. Este estancamiento sería incluso de las funciones
estructurales, que desarrolla el conocimiento como epistemología; como
instrumento para la comprensión sistemática de lo real, de un modo ya racional
positivo en su convencionalidad.
De ahí sin embargo que no se resuelva, sino que quede en
ese mismo potencial gnoseológico de su estructuralidad; reapareciendo en el
neoplatonismo, con el misticismo judío como hermenéutica, en la tradición
cabalística. Aquí, la energía divina se refleja en la emanación de formas
estructurales de lo real, con la organización de sefiroths; que como las Eidos,
reconoce la recurrencia de patrones, desde el ritual y la liturgia a lo
histórico, en la cultura.
Esto es lo que lleva a la comprensión de la historia como
una sucesión de ciclos, más que de una evolución dialéctica; ya que aunque se
manifieste como tal, lo hace en la resolución de determinaciones trialécticas,
en tanto culturales. Desde esta perspectiva, la historia y la cultura
funcionarían como sistemas dinámicos, en que la energía es formal; al
resolverse reflexiva y por ello formalmente, en la redeterminación de lo real
como humano, desde en cuanto tal.
En la física, la termodinámica describe cómo la energía
se distribuye y transforma, pero no desaparece ni se crea; sino que responden a
un principio estructural, que los expresa en formas recurrentes, en sus relaciones
funcionales. Un ejemplo concreto de este fenómeno es el de la historia china,
aunque por su misma continuidad intemporal; que revelando esta estructuralidad,
permite la comprensión hasta del mismo proceso ya fraccionado en Occidente.