Cuba en el sorprendente espejo
Que Miami es un reflejo de Cuba es ya una perogrullada, no así la separación de la persona que decide en cuál de los países habitar; si en la cruda realidad de Cuba —por ejemplo— o en la menos cruda pero distorsionada de Miami. Nunca tan patente el conflicto como respecto a los artistas e intelectuales cubanos, que viven el dilema de reproducir o no sus hábitos culturales; porque vivir culturalmente en Miami es un conflicto superpuesto al de la vida diaria, un poco más simple. Es apenas natural que un exilio trate de reproducir sus instituciones culturales, que en definitiva son la tradición que lo conforma; pero es un poco más complejo cuando tales instituciones responden a la función política de la que se exilia la persona, porque la situación se hace un poco esquizoide.
Es así que la institución privilegiada de los artistas cubanos es lógicamente la que fue el epicentro de sus vidas pasadas, no importa si pertenecieron a ella o no; y no se trata ni siquiera del Ministerio de Cultura, que por razones obvias y de presupuesto es irreproducible, aunque algunas del exilio logren imitarlo. Pero la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba era la consagración que obviamente nadie quiere perder, ni siquiera los que no la alcanzaron; y es así que es la institución más reproducida, claro que a menor escala —problemas de presupuesto también, y de relevancia política, claro—, incluyendo la sublimidad de sus jardines tertulianos.
Que con esto se ponga el énfasis en lo esquizoide es lo de menos, ya se sabe que el ser humano es básicamente irracional [¿Sturn un Drag?]; sobre todo si —sí, Sturn Un Drag— resulta artista, sobre todo poeta, muy dado a los dilemas del Ser o no Ser [de Factum], con todas las compulsiones que eso conlleva. Que paradójicamente no sea del colectivismo de lo que se huyó no es grave, que el Ser es casi todo la tradición que lo conforma; pero sí un poco cansina esa falta de originalidad existencial, por la que la vida ha de reducirse siempre a la elaborada imagen, sin acceder nunca a la grandeza del acto.
En Cuba, al menos, siendo más impersonal la relación entre autores y visibilidad, quedaba más disimulada la verdadera y decepcionante ansiedad del autor; esto es, que se hable de él, que se vea cuán interesante y brillante es, que el mundo quede atónito ante su [supuesta] grandeza. Como todo lo que cruza los límites del espejo, el exilio le resta consistencia y credibilidad; pero como un zombi no se entera nunca ni siquiera de que traspasó el espejo, y persiste en esa exigencia de misas espirituales que le permitan el espejismo de esa propia aunque siempre supuesta grandeza suya.
2 Comentários:
El exilio para mí (no sé yo para el resto de los cubanos, artistas o no) es una oasis-desierto, donde no sabes si lo que ves son palmas o arena, pero donde tienes sobretodo mucha sed.
De eso se trata Boro, al menos para mí también, y es posible que sea en el caso específico del exilio cubano, por lo que tiene de excepcional; pero la experiencia del exilio no ha sido para mí de liberación política (individualmente siempre lo fuí) sino de continuidad, justo por los "protocolos", que son culturales pero no institucionales. De ahí la decepción, que la sed no siempre es mala, sólo cuando no hay agua.
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