Thursday, February 16, 2012

Humanismo-II [La historia...]

Siempre puede jugarse a la culpar a la Iglesia —esos muros— del entorpecimiento del Realismo, y por consiguiente de su evolución ética al inmanentismo hedónico; pero eso es necesariamente injusto, porque la Iglesia no puede consentir en su ilegitimación —nadie políticamente cuerdo puede hacerlo—, y eso sería precisamente lo que hubiera significado su ruptura con el neoplatonismo agustiniano. Quizás alguien recuerde que el mismo San Alberto Magno era un clérigo muy consecuente e institucional, tanto como su discípulo Santo Tomás de Aquino; y con esos padres tan débiles, mal tendría que irle al Realismo como para pretender convertirse en el referente epistémico de tan álgida época. El heroísmo de tales padres estriba en haber vivido su propia contradicción, poniendo las bases [epistemológicas] en la reconstrucción del referente; teniendo en cuenta que el referente a reconstruir no estaba destruido sino fuerte y rozagante, casi que en sus mejores momentos, gozando de una patrística recién clausurada con Agustín y un inmenso martirologio.

Ya debe saberse que los martirologios suelen ser una dificultad muy molesta, pero en aquella época eso no estaba tan claro; de modo que si difícil era oponerse al deslumbre de una retórica como La ciudad de Dios [S. Agustín], más difícil debe haber sido decir lo contrario sin oponerse. Siendo ese el caso de los santos padres Alberto y Tomás, no extraña que el último desfalleciera pensando que lo que había pensado era paja; el único capaz de comprender el entuerto era tan incomprensible que fue llamado Doctor Subtilis, un franciscano demasiado rebuscado para los hábitos de toda cultura, incluso la contemporánea. Así pues, nada más natural que con el triunfo del capitalismo el inmanentismo se despreocupara de tanta trascendencia; después de todo era inmanentista, como es lógico, y no dado a esas cuestiones complicadas y sutiles de la trascendencia.

Sólo que con el desinterés capitalista no desaparecería el de las Universitas, que bien pronto descubrieron las ventajas de la tutela del estado; así que, muy naturalmente también, no es extraño que aprovecharan dicho desinterés e insistieran en lo del Humanismo. Una de las salidas más hipócritas esa del Humanismo intelectualizado, porque se trataba de sustituir a la Iglesia en la administración del patrimonio intelectual de la cultura; pero hay que reconocer que es muy consecuente también y que responde al espíritu [pragmático] de la época. Después de todo, si nadie políticamente cuerdo accede a su desligitimación, por qué actuarían las Universitas distinto de la Iglesia; lo que es una buena pregunta también acerca de la honestidad de artistas intelectualizados y políticos, que vienen ya siendo lo mismo.

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