Sunday, February 12, 2012

Ética en el Hedonismo

Es muy difícil reducir a la obediencia
a quien no busca mandar
[...]



Son obviamente las reducciones ideológicas las que insisten en una ética de tipo estoicista, porque admiten la manipulación política; en ese sentido corporativo tradicional a la sociedad, que condena el individualismo, incluso si retóricamente apela a la excepcionalidad individual. De ahí probablemente provengan las innúmeras contradicciones que han marcado a la Modernidad, sobre todo en el populismo de sus discursos políticos; que siempre insisten en condenar el hedonismo como una consecuencia del egotismo capitalista, incluso cuando apelan a esa tan temible excepcionalidad de lo individual con sus metafísicas de falso trascendentalismo.


Una ética neo-hedónica, contrario a ese estoicismo tradicional y recurrente, partiría de esa misma excepcionalidad; pero con la salvedad, claro está, de que algunos somos más excepcionales que otros. Esto último, también queda claro, dependiendo de la conciencia sobre esa excepcionalidad; de la que dependería el nivel de suficiencia individual, y por ende la capacidad de realización [potencial] en Acto. Contrastando con eso, las metafísicas populares, de corte pseudo religioso, postulan una excepcionalidad fallida; pues justo porque recurren a la igualación por defecto se limitan a la proposición repetitiva de unas máximas morales; cuya misma recurrencia evidencia su falla, en tanto ha sido sistemáticamente incapaz de algún resultado concreto en dos milenios.


Obviamente también, de ese esquema se excluyen las individuales más excepcionales de esos dos milenios; que habrían alcanzado ese grado de excepcionalidad justo en su hedonismo, lo mismo si son místicos que políticos; pero que diluirían esa excepcionalidad suya, incluso proporcionalmente, en la misma contradicción lógica en que se convierten en propuestas modélicas. El ser excepcional sabe que es su supuesto defecto el que lo singulariza, pues la excelencia es el patrón de regularidad; pero el ser que se atiene a ese supuesto defecto suyo respeta su propia e incomprensible compulsividad, y por ende no se niega nunca.
Ojo al pillo, que no es una licencia para matar, pues quien se acepta ni miente ni manipula; no quiere lo que no necesita, y de ahí que no tenga que recurrir a los atajos de lo ajeno, ni mucho menos a la violencia criminal que ya es toda mentira y manipulación. El ser hedónico, en su excepcionalidad, sabe que la realización personal es un concepto relativo y exclusivo suyo; y que si se le condiciona con el método y el reconocimiento, pues ya no es una realización suya sino de una imagen suya. La diferencia del ser hedónico realmente excepcional sería que vive eso como su realidad, en vez de exigírselo como excelencia lógica; y de ahí su despreocupación al respecto, hasta el punto de no perderse en los atajos inhibitorios de la falsa modestia, deviniendo en el impúdico Narciso que puede gozar hasta su propia soledad o tristeza; se arroba siempre en su propia decencia, porque sabe que su individualidad no ha sido distorsionada.

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