Breve Tratado de la Enemistad y la Gracia
Dicen los católicos —reconozco
haberlo sido y saber por ello de qué hablo— que en la vida real nadie puede
ofender a Dios; la ofensa como la amistad es un grado de relación que denota
poder de igualdad, y eso es imposible al hombre respecto a Dios. Se ofendería a
la comunidad, que es sobre la que llueve la Gracia; lo que implicaría que
incluso la gracia individual recae en la persona en tanto parte de la
comunidad, y apartándose de una pierde la otra. Los católicos saben mucho de
teología, llevan dos milenios haciéndola, y el sentido común indica que tanto
tiempo invertido aumenta las probabilidades de acierto; la dificultad entonces,
si bien sutil e interesante, estaría en la constitución de la persona y la
comunidad, en el vínculo de pertenencia. Es decir, en tanto una persona no
reconoce una comunidad esta no existe para ella; por tanto, no hay gracia dable
de la que tenga que preocuparse esa persona, sin que eso indique que esa
comunidad no exista por sí misma. Una persona y una comunidad, entonces, pueden
existir sin reconocerse mutuamente; esa comunidad tendría su gracia —nadie es
absolutamente desgraciado—, pero esa gracia no tendría nada que ver con esa
persona; ergo no existe la ofensa, no existe el pecado ni la necesidad de reconciliación.
Nada de eso anterior
apunta a que una persona pueda no ser comunitaria, sino al tipo de comunidad a
que pertenece en tanto la reconoce; lo que es el poder enorme del albedrío, por
el que cada quien es responsable de sus actos, y por el que por tanto cada
quien decide a qué pertenecer o no. Leído en cierta ocasión que hay momentos en
que una ciudad [comunidad] te incita a corromperte y que ese es el momento de
emigrar, se aclara mucho este concepto; es una frase feliz, por supuesto, pero
las frases felices tienen sentido propio, independiente de la consistencia de
su ideador. Cuando una persona entonces decide romper con una comunidad se
desligaría de la gracia de esta, pero como en la teoría del Caos; es decir, no
porque entre en una desgracia, que los valores negativos no tienen consistencia
propia, sino porque entra en otra gracia, la de la comunidad a que accede con
su decisión. Después de todo, siendo la Creación un diseño inteligente, nada
mejor que esta falta de violencia que es la evolución; en que las personas van
desdeñando comunidades según su propio desarrollo, desintegrándose e
integrándose en entornos sucesivos.