The golden secret
La relación directa entre la
música y las matemáticas, no tardaría en inspirar una intención de racionalidad
filosófica que aplicaría la ciencia a la realidad; de ahí los esquemas lógicos,
que sin embargo no alcanzan a comprender de suyo y hecho lo real en cuanto tal;
dado que su valorización de eso real suele reducirse al manejo de cantidades,
excluyendo lo excepcional. De ahí que, básicamente, la realidad siga siendo
incomprensible al pensamiento racional; para el que la lógica, incluso o sobre
todo si matemática, no pasa de ser una reducción. Eso aún tiene utilidad
filosófica, en tanto es congruente con el problema de los procesos
abstractivos; según los cuales, en tanto parte de su objeto [lo Real], el
sujeto de conocimiento no puede comprenderlo de hecho. Sería por eso que la facultad
abstractiva, en tanto separación de lo real en una proyección formal suya,
resolvería esta contradicción; pero sólo mutilando la consistencia de ese
objeto cognitivo [lo Real], al reducido a esa proyección formal suya.
En ese sentido, la lógica,
incluso o sobre todo si matemática, funcionaría respecto a la realidad como las
funciones básicas de la matemática; esto es, como una regla, en una comprensión
limitada, que no puede cumplirse ante la excepción exponencial o logarítmica.
La Razón es así como una suerte de pensamiento de primer grado al resolverse en frmas [#] naturales, cuando las
ecuaciones en que se resuelve la realidad serían de segundo grado; ya que la
condición primera de lo real es la excepcionalidad en que se resuelve
puntualmente, en cada uno de sus fenómenos, que son únicos y últimos. Haría
falta, pues, una regla de segundo grado, que comprenda esa excepcionalidad; de
modo que pueda accederse al menos a alguna de las determinaciones trascendentes
de la realidad, y así facilitar su comprensión, siempre progresiva pero al fin
definitiva.
En este sentido es que
podría traspolarse la función de las constantes matemáticas, que no sólo
comprenden la excepcionalidad sino que de hecho la determinan; como en los casos
primeros de los números Pi [π] y Fi [Φ], que resolverían la relación entre lo
real [el Ente], y su esencia o determinación [funcional]. Eso no es gratuito,
aunque su “necesidad” sea aún nebulosa, dándose como una intuición; pues si Fi
es la constante de racionalidad, Pi es la constante que determina el Acto como
culminación del Ente, en tanto extensión de lo real. La traspolación, que puede
sonar forzada, relacionaría la circunferencia como equivalente del valor de lo
real; cualquiera que sea la extensión de esa circunferencia, pero en todo caso
como resolución definitiva de la forma en su máxima perfección [geométrica].
El problema aquí es que la
realidad, como la circunferencia, sería de extensión abierta; es decir, no
determinada fuera de la racionalidad, y por tanto aún incomprensible hasta la
comprensión última de esta determinación. Para lo que habría que traducirla a
números racionales, en una fórmula aún por describir; entre tanto, aunque
todavía por demostrar, la fórmula de la realidad sería E [π x Ω] = Φ. Donde Fi es la
determinación [última] de Pi; y la razón ha demostrar sería que es la resolución
de Fi a partir del número Pi, despejando el exponente Ω; en lo que sería el
ejemplo perfecto de la estructura espiral inversa del caracol, como
comprensión [reversa] de la realidad por su determinación. La intuición básica en que
se apoya esto es en la suposición de un valor algorítmico propio de la realidad
como extensión en que oucrren las cosas como fenómenos; proveniente a su vez de
la singularidad en que coinciden todos los oráculos religiosos [Ifá, I-Ching,
Cábala] con una secuencia numérica de valor binario; con base en la octava
posición de la secuencia Fi [# 21].
Según esto, la secuencia oracular es
infinita como la numérica, pero igual que esta tiene sus propias recurrencias y
puntos nodales; es a estos a los que se refieren los oráculos como formas
arquetípicas o primeras, capaces de contener las dinámicas en que se
desarrollan dramáticamente los fenómenos. La secuencia de Ifá, con 256 signos, es
reducible a dos, que se leen en reversa [# 4]; la del I-Ching, con sesenta y
cuatro signos, es reducible a dos, sucesivamente conjugados entre sí, sin
valores intermedios; y la de la Cábala es una suma total e irreductible de 32
signos, dado por los diez sefiroths [formas] y los veintidos caminos
[potencias] que los relacionan entre sí. Aunque como principio todos son intercambiables por sus valores, el más óptimo de todos, con obvio valor
intelectual, es el sistema de la Cábala; que desentendiéndose de los casos
particulares no tendría valor práctico, atendiendo a la sistematización
universal del Ente en sí mismo y como tal, en una suerte de neo Organon
aristotélico...
...Pero Dios es más grande [Alá akbar]!
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment