El amor de las estatuas!
Este año se cumple el centenario de la muerte
de Delmira Agustini, una de las figuras cumbres del Modernismo; que no sólo fue
un movimiento literario importante, sino que con ello sellaría
también la madurez de América Latina en su expresión cultural. El Modernismo
tendría también otra peculiaridad, quizás por ser la exacta expresión de su
tiempo como cultura política; y es la de separar claramente su literatura entre
la escrita por los hombres y la escrita por mujeres, en relación directa con
sus intereses tan particulares como distintos. En ese panorama, América Latina
sería rica en sacerdotisas y adoratrices, desde la
precursora Inés de Azbaje y la cubana Gómez de Avellaneda; pero como el nudo de
un abanico, en que una de sus varillas centrales habría sido la uruguaya
Delmira Agustini, con líneas como la de esa plegaria que interpela a Eros si
nunca tuvo piedad de las estatuas.
Para
hablar de la Agustini en este centenario, el también uruguayo Diego Fischer
acaba de publicar una biografía suya; satisfaciendo la expectativas que sembró
desde su publicación de la primera biografía de Juana de Ibarbouru en el 2009, con
notable éxito y hasta adaptaciones para el teatro. Sin embargo, el título de
esta vez [Serás mía o de nadie] está muy lejos del alcance de su trabajo sobre
la Ibarbouru; quizás porque es un trabajo más convencional, que no conlleva la
energía del primer esfuerzo, y que también se apega a la pobreza del periodismo
más que el dramatismo literario. Serás mía o de nadie es un recorrido bastante
completo pero somero sobre la vida de la poeta, y no ahonda en la singularidad
formal de su poesía; sino que se recrea en el peso social de la autora, con
ciertas indagaciones en su perfil psicológico, y concediendo con ello gran
protagonismo a la figura de la madre, que por momentos logra desbordarse sobre
la hija.
Diego Fischer |
Esa,
de hecho, parece haber sido la circunstancia de la autora y el desencadenante
de su tragedia; pero no es lo que la hace interesante y singular como la figura
literaria que es, cuyos versos aún pueden marcar el canon de un
neorromanticismo. De hecho también, tampoco aclara —ya que de perfil psicológico
se trata— la intensidad de ese erotismo suyo; que a diferencia del de la
Ibarbouru, por ejemplo, es el de una mujer obligada a aniñarse ante la
autoridad de la madre, que llegaría a lastrarla sentimentalmente. Quizás la
respuesta a estas carencias esté precisamente en las referencias que maneja
Fischer, y cuyo listado es más que promisorio; pero nada de eso se encuentra en
este libro, que puede servir como prontuario a un acercamiento más detenido e
inquisitivo sobre literatura tan espectacular como la de esa mujer; pero cuyo
aporte más decisivo en este sentido es la teoría de que su muerte fue un pacto
suicida con su ex esposo y amante, nada más. Igual no es poco, en tiempos de la
mayor banalidad en medios que de ser de masas han pasado a ser masivos; pero
tampoco es suficiente, como una risa cruel con que Cupido respondiera a la
autora convirtiéndola a ella misma en estatua.
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