¿Quién gana en la guerra entre Amazon y Hachete?
Amazon, el gigante que ha mantenido un monopolio virtual sobre el
negocio del libro electrónico, está en guerra; su contendiente es Hachete, de
Francia, uno de los gigantes del viejo orden que hoy se bate en retirada ante
la vulgaridad de un mercado que ya no crece verticalmente sino que se expande
horizontal. El reclamo de Hachete es válido, pero en tanto grito del dinosaurio
que se niega a morir con la llegada del meteorito inexplicable de esa horizontalidad
del mercado; y así mismo, también lo es el de Amazon, como ese meteorito que
reclama su derecho a existir en su propia naturaleza expansiva. El problema
sería esa peculiaridad por la que los dos son mastodontes que distorsionan toda
regularidad de las relaciones de mercado con su elefantiasis; igual que el
anillo de titanes que desde la sombra espían por el resultado de este
enfrentamiento de vencedor previsible, pues entre lo nuevo y lo viejo lo nuevo
tiende a prevalecer; de modo que lo que probablemente busque Hachete sea
condicionar esa victoria previsible de Amazon, para hacerla relativa —y que
todos puedan existir— y no absoluta. No hay duda de que a la contienda asiste
toda esa miríada que se aprieta en los estómagos de Planeta y Random House, que
se lo han tragado todo; dejando todos claros que de lo que se trata es de esa
perversión genética que llevó al capitalismo de industrial a corporativo con la
desregulación.
Lo insólito de este caso es que Amazon tenga
el atrevimiento de apelar al apoyo de los autores que esclaviza con sus prácticas
corporativas; como si no se tratara del mismo mastodonte que intenta eliminar
en Hachete, de la que copia la vergonzosa metodología y prepotencia. En
realidad, lo único novedoso que ofrece Amazon es la tecnología que
horizontaliza la expansión del mercado; pero hasta en eso exhibe la misma arrogancia
y corrupción que acabó con el valor transaccional del producto literario, con
la eliminación de la competencia. Para eso, Amazon no duda en —por ejemplo—
tentar el ego de los autores, para retenerlos en exclusiva no más que Google
Books probó su viabilidad; por lo que hoy Amazon propone el mismo sistema de
premios y promociones que volcó el interés de la creación literaria hacia el
estilo de vida antes que la creación misma. El enfrentamiento entre Amazon y
Hachete es como la rebelión olímpica contra la raza titánida; de hecho, la
arrogancia de Amazon es como la del Zeus que se atrevió a someter a Cronos para
imponer su propia determinación del mundo, que es tecnológica en tanto cultural
[Tekné] y puede ser la economía.
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No obstante, Amazon no prevé en este destino
de Zeus su propia condena a la irrelevancia en que ya nadie —fuera de los
filólogos— recuerda al Olimpo; y este persiste pero inutilizado en el
descreimiento de los hombres, incluso si logró sobreponerse a la maldición de
su incontinencia [¿corporativa?] a costa del rosáceo cuello del pélida Aquiles.
Mal haríamos los autores en intervenir en una contienda en la que no tenemos
ganancia alguna, fuera de la manipulación evidente por los ejecutivos de una y
otra parte; porque los que tengan razón para defender a Amazon en un forcejeo
que no necesita —Hachete no es una amenaza real sino un condicionamiento— será
por un resentimiento mezquino contra el elitismo corporativo; que es sin
embargo lo que esconden en sus oscuros cálculos los ejecutivos de Amazon,
tirando al hambriento ego de sus autores las migajas del más falso glamour.
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