The King
El problema con las expectativas es
que son más fáciles de alimentar que de satisfacer, y ese parece ser el caso
con The King; un filme de Netflix, anunciado
como una superproducción, y que aún con una factura exquisita se las arregla
para dejar cierto resabio de decepción. Quizás se trate de que las apuestas
caían principalmente en la revelación de Timothée Chamelet, que con dos performances
brillantes era la promesa ideal; sólo que los personajes románticos de Call me by your name y Beautiful boy, o incluso el
neorromántico de Lady bird, no son
presupuesto suficiente para un héroe épico.
Ojo ahí, el problema es que The King es una epopeya basada en tres
obras de teatro de William Shakespeare; por eso exige más que un actor de
carácter, uno que se adapte bien a los clichés del cine de acción caballeresca,
que los clichés existen para algo. En realidad, Chamelet aporta su belleza
raramente viril y adolescente, con un perfil caballeresco que no basta a llenar
el personaje; y el problema está en él, no en el personaje, pues la iconografía
del temprano renacimiento está llena de jóvenes melancólicos y bellos; y de
hecho es físicamente fiel al personaje histórico que representa, es en la
personalidad donde no es creíble.
Curiosamente, todos los otros
están perfectos en sus caracterizaciones, confirmando que la debilidad radica
en él; claro, todos los otros menos Robert Pattinson, que reproduce en este filme
todos los manierismos de The Twilight
saga; más o menos creíbles para El señor
de los anillos, pero totalmente fuera de lugar para un drama shakesperiano.
Incluso, aunque en general todos los demás están perfectos y equilibrados en estas
caracterizaciones, no dejan de tener ciertos excesos; pero estos obviamente corren
por cuenta del director y no de los actores, que nunca pierden el pie; y son
los casos de Lily Rose Deep —yep, la reconocible hija de Jony Deep— y el super
experto francés Thibault de Montalembert.
De la puesta en sí, puede decirse
que es grandiosa, como si hubiera acaparado todo el interés del director; en
vez de ser el resultado de ese interés volcado sobre los otros elementos, sobre
todo el carácter protagónico. En cualquier caso, la escenografía es suficiente,
y el vestuario también, sin robarle protagonismo a esta; y en general, todos
los detalles de la ambientación están muy bien cuidados, con cierta espectacularidad
en la truca.
Ahora bien, el drama, como la actuación
de Chamelet el désenchanté, tiene terribles excesos en este manierismo; pues no
importa si incluso resume tres obras de Shakespeare, parece un thriller de
cuarentaicinco minutos alargados a casi dos horas y media. El problema ahí es
la pausa, que obviamente se debe a la pretensión operática más que propiamente
dramática del director; poniendo el énfasis en una especie de sino trágico, que
ni el mismo Shakespeare —el experto en la tragedia inglesa— intentó en lo que vio
que era sólo un drama histórico.
En resumen, The King confirma el derrotero —ya habitual— de Netflix como
productor de segunda categoría; que pone su dinero en puestas grandilocuentes,
pero más fulgurantes que substanciosas. Para eso, acude a una batería de
eternas jóvenes promesas, que se descolocan a sí mismos con sus pretensiones;
lo que no sería tan terrible, sino fuera por el nivel de atención que consiguen
arrastrar, en un mercado que ya es disfuncional por su populismo.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment