El problema hermenéutico en la filosofía moderna
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El problema con el racionalismo, sería
su recurrencia a la lógica lineal del recto sentido y su positividad posible;
en vez de acudir a la circularidad de la representación analógica —que es de
hecho la natural— en que se basan incluso los conceptos primarios de Bien y
Mal. No hay que olvidar que, en definitiva, el dualismo es una reflexión sobre
problemas concretos, pero elevados a nivel de absoluto; cuyo rigor era sólo
reflexivo, pero descendidos a nivel práctico por el reduccionismo —originado en
el monoteísmo egipcio— de la diáspora judía en Babilonia.
A su vez, el problema con esta
lógica lineal no sería siquiera que sea errónea, pues no hay nada de suyo
incorregible; y de hecho, en tanto valor artificial, la razón —como el recto
sentido— también cumpliría una función referencial. El problema es la
distorsión que introduce en el pensamiento político, como determinación desde
su espectro hermenéutico; y el problema es así no sólo profundamente
filosófico, sino también práctico, afectando la noción del Ser en su realidad
existencial.
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Esta hermenéutica surge con la edad
del hierro, que recién culmina en la tercera revolución científico técnica; por
eso es comprensible, tanto como difícil de superar en las dificultades que
plantea con esta naturaleza suya. El problema real entonces, como dialéctico, sería
de esta naturaleza no lineal sino helicoidal del desarrollo; y que se traduce
en una relación no determinista sino probabilística, entre las nociones mismas
de Acto y Potencia.
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La potencia sería aquello “que
puede ser” o que “es probable que sea”, con independencia incluso de la moral;
que a su vez tiene una función propia, en la censura o estímulo de eso que es
probable que sea, pero no su determinación. Esto permitiría el desarrollo de un
pragmatismo, haciendo más eficientes las proyecciones políticas y en ello las
prácticas existenciales; de modo que la cultura no estaría constreñida en el
determinismo ideológico de la tradición idealista, como ocurre desde San
Agustín.
Los árabes que asombraron en la
matemática, se esforzaron inútilmente en ordenar este esquema aristotélico;
porque como antes con Arrio y los matemáticos modernos, no alcanzaron a
comprender este origen. Después de todo, este es el período que comienza con la
edad de hierro y va hasta las revoluciones científico técnicas; con la
organización del pensamiento filosófico en su propia suficiencia, lo que es ya
una apoteosis sublime.
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