Monday, July 11, 2022

La isla que no se repite

La isla que se repite es toda una sistematización cultural, que identifica las recurrencias antropológicas del área; pero también perpetúa los mitos sobre identidad y cultura, en esa suerte de estandarización de la singularidad. Toda unidad se daría en la relación de los entes que la componen, singulares —hasta el excepcionalismo— entre sí; como el mismo caso de la cuenca cultural mediterránea con que se compara a esta cultura del Caribe, y que no puede ser más heterogénea.

En efecto, si bien hay una identidad en estas unidades, también hay graves diferencia entre cada uno de ellos; trátese de marroquíes y españoles, o egipcios e italianos, como puertorriqueños y colombianos, o cubanos o dominicanos. Las diferencias no siempre responden a las fronteras nacionales, como entre Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico; que puede identificar a estos últimos con la región oriental del primero, pero separando al occidente cubano.

Antonio Benítez Rojo
Todavía habrá graves diferencias entre  estos y Colombia, por más que Cartagena se diferencia del resto del país; y aún hay que superponer la identidad del corredor que va de New Orleans a Haití, pasando por Matanzas en Cuba. Estas diferencias ni tan sutiles explican la extrema complejidad del desarrollo cultural, superponiendo sus múltiples determinaciones; que hacen tan peligrosas las recurrencias y clichés de toda sistematización, por más que no la niegue sino sólo la condicione.

Ahí probablemente resida la sutileza, en la ductilidad propia de lo real en su realización, que es siempre puntual; por lo que será también siempre excepcional, por más que responda a principios de sistematización. El mismo Benítez Rojo cita la teoría del Caos, como principio por el que la realidad no se deprime nunca en su realización; supliendo las eventuales dificultades de esta con desarrollos alternos, que en definitiva satisfacen la necesidad, siempre puntual y concreta.

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Eso explicaría el casi oxímoron del título de Benítez Rojo, como el verdadero sentido —super complejo— de su teoría; apelando a la condición peculiar antes que a la peculiaridad misma, como signo de otros procesos. Sólo que este condicionamiento es más rígido —si bien todavía relativo—, por su énfasis en las determinaciones generales; después de todo, el sentido de la teoría de Rojo no sería tanto una identidad local como su función reflexiva, por sus recurrencias formales.

En este otro sentido, Rojo satisfaría la exigencia de una hipermetafísica (Jarry[1]), curiosamente también de origen literario; aludiendo a una capacidad reflexiva del arte, supliendo las deficiencias del inmanentismo moderno, con su trascendentalismo. Nadie se atreverá abiertamente a semejante heterodoxia, con el rígido dogma del academicismo postmoderno; y por eso el planteamiento es todavía ambiguo, incluso en el interés abiertamente antropológico de Benítez Rojo.

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Se trataría de algo más grave que esta antropología que lo explica, en la literatura como un Realismo Trascendental; la tesis contradiría el canon Whitehead[2] con su propio método del cangrejo, que no sería más que un probabilismo. Eso explicaría la eficacia existencial del neo romanticismo latinoamericano, en contradicción con el humanismo neocristiano; después de todo, ese humanismo responde al canon tradicional de Occidente, no a su contradicción sistemática por las paradojas probabilistas; más eficientes que las reducciones al absurdo de Zenón, mostrando esta deficiencia del canon desde sus mismos inicios.

Esa sin embargo, sería también la razón del fracaso de ese neo romanticismo latinoamericano, afectando su eficacia; ya que se habría tratado sólo de una contracción al principio reflexivo del arte, desde el que podía desarrollarse originalmente. Lejos de eso, este desarrollo se habría subordinado al canon tradicional, reproduciendo el mismo fracaso humanista; por atender al condicionamiento político, dejando de reflejar la realidad en sus determinaciones trascendentes, en el discurso sobre su inmanencia; no en el sentido de su desarrollo posible, sino de su misma determinación política —no económica— como necesaria.

Esa es la posibilidad del Nuevo Pensamiento Negro, como nueva extensión reflexiva en su extrema singularidad; con el objeto de la negritud, ocurriendo a Occidente como el arte a Latinoamérica o el cristianismo al Judaísmo. Habría sido la especialización académica la que acabara con el Realismo Trascendental (mágico), en su convencionalismo; y puede hacerlo también con la Negritud, sólo que es demasiada humanidad —y en ello realidad en vez de estética— a atropellar con ese idealismo.



[1] . Alfred Jarry, Patafísica

[2] . Se refiere a la afirmación de Alfred North Whitehead, de que toda la filosofía occidental no sería sino una serie de notas al pie de la filosofía de Platón; refiriendo así el desarrollo de esta a la fundación de la tradición idealista por Platón, en detrimento de la realista.


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