Friday, October 27, 2023

¿Es Frida Kalo una artista mediocre?

El problema con las afirmaciones —y las negaciones— tajantes, es que desconocen la mesura de la relatividad; y por eso, decir que Frida Kalo era una artista mediocre puede ser tan excesivo como decir que era excelente o excepcional. En términos de técnica, Kalo se impone no sin un largo esfuerzo, y en un medio que ya descree del figurativismo; y lo hace siendo todavía figurativa, aunque aceptando la deformación del plano inmediato, que ya es convencional en su entorno.

En efecto, la pintura de Kalo carece de perspectiva, pero Leonora Carrington ya había hecho eso secundario; más comprensible la Kalo bajo el influjo de Diego Rivera, en quien resulta de la aglomeración de figuras, no de la técnica. Kalo es una pintora de su tiempo, y sólo su tiempo ofrece parámetros para entenderla, porque es lo que la determina; tanto como esa fijación suya en sí misma, como objeto único de un universo profuso y complejo en esa recreación.

L. Carrignton, La gigante
Primero, parte de las determinaciones de ese tiempo de la Kalo es la de una naturaleza subjetiva del arte; que puede ser cuestionable como concepto, pero era el canon válido de ese tiempo, imponiendo sus convenciones. Segundo, ya dentro de esa subjetividad, la justificación de su tremendo alcance existencial, como experiencia; porque el arte es una reflexión de corte existencial, aunque a veces se corrompa en el discurso político, como con Diego.

De este modo, es incluso heroico ese existencialismo subjetivista de Kalo ante el compromiso socialista de Rivera; y eso hasta le otorgaría cierta y compleja densidad —más aún— a su figurativismo, en tanto existencial y en ello contradictorio. No se trata de que lo sepa, que lo mejor en estos casos es que es la naturaleza como realidad lo que se revela; sino de que es en esa simpleza casi infantil que recupera las preocupaciones existenciales de las viejas tradiciones mitológicas; en las que las religiones embutían significados trascendentes, creyendo que sabían la hondura que obviamente ignoraban.

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Cuando Frida Kalo se fija en sí misma, no se recrea en su sufrimiento sino que comprende su propia humanidad; y es en esto que resulta ontológica, como sólo los mitos tradicionales, comprendiendo las determinaciones de lo real. Es tan infantil que no puede ser consciente de los alcances de su gesto, que no desconoce la vanidad y lo superficial; pero es que es en esta superficialidad que lo real puede por fin empujar a la razón —tan discursiva— y manifestarse.

Este es el caso de Frida Kalo, tan banal como todo otro artista, incluso los barrocos que sólo se ganaban la vida; y que además lo hacían explotando la vanidad de sus patronos, aunque de esta también les cayeran migajas. Por eso, Frida Kalo no es conceptualmente profusa como las deconstrucciones geométricas de Picasso; pero en el minimalismo de su ingenuidad hay algo más humano que en los grandiosos discursos de Diego Rivera; aunque no lo supiera, como sabe el himnista bíblico que es su fijación en Dios lo que le da sentido a Dios, no a la inversa.

 

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