Sunday, August 25, 2024

Elogio del vudú, o conclusión a la antropología política de Prince-Mars

Ya debería estar claro que la comprensión de la cultura africana está deformada por el prejuicio filosófico occidental; cuyas repercusiones políticas estarían en vía de corrección, pero no las hermenéuticas, que son las importantes aquí. Eso se debe a que esta corrección no está centrada en la eficiencia ontológica de esta cultura, de donde provendría su alcance hermenéutico; sino que es parte ese proceso de entropía occidental, participando en ello de esta crisis estructural que la determina.

De hecho, esta mayor eficiencia ontológica no sería propia o exclusivamente africana, sino de toda cultura; incluso esa de occidente, cuya entropía es sólo un proceso acelerado por la crisis que la distorsiona, en la Modernidad. El valor aquí de la cultura africana es entonces relativo a este proceso entrópico, como una adecuación suya; por la que podría superar esta crisis, en una contracción a sus principios funcionales, con su restructuración.

De ahí la importancia de organizar esta comprensión de esa cultura, que permita —como cultura en sí— esa adecuación; siquiera en la renovación de sus subestructuras, de modo que puedan relacionarse funcionalmente entre sí. Al respecto, y como base de esa organización de la cultura, estaría su subestructura religiosa, en su determinación; ya que esta proveería la comprensión dada de la realidad, como práctica existencial, desde la puntualidad del individuo; cuya proyección social —en la economía— sería la que produzca lo político, como expresión entonces de dicha praxis existencial.

Ya estaría claro que como crítico del positivismo extremo, Prince-Mars no es extra-positivista sino sólo moderado; por eso parte de un error relativo, en la crítica al concepto de fetichismo, con el que se distorsiona la religiosidad africana. La moderación de Prince-Mars sería una intuición —no conceptualmente desarrollada— del defecto del positivismo; adecuándolo entonces, antes que negándolo, en este condicionamiento por la condición inmano trascedente de lo real.

A esto habría tendido el absolutismo de Hegel, sólo que dependiente de la hermenéutica de la tradición idealista; por lo que no consigue superar su trascendentalismo intrínseco, al que subordina —como histórico— la inmanencia de lo real. Mars va al origen del término, definido como “artificial” y vinculado a la palabra portuguesa para “hechizo” (feitiço); y por el que los africanos atribuirían poderes sobrenaturales a objetos de la naturaleza, que así los animarían, en el animismo.

El error ahí sería que el fenómeno es tratado como de atribución de poderes antes que representación de estos; que es como funciona el totemismo, en la simbolización de los fenómenos extrapositivos en que se determina lo real. En este sentido, el término no es erróneo —aunque su aplicación sí lo sea—, aludiendo al establecimiento de una realidad; que sería la cultura, como realidad en tanto humana y no en cuanto tal, respondiendo a las necesidades concretas de lo humano.

La crítica de Mars —de positivismo moderado en vez de extra-positivista— va a la suficiencia conceptual de lo religioso; no a esta función de redeterminación de lo real, que en ello deviene de valor humano —distinta de en cuanto tal— como cultura. El principio al que se refiere Mars es a la resolución de lo religioso en formas singulares, determinadas por el medio; lo que es válido dentro de ese positivismo moderado, pero sin negar la extra-positividad de esta función de lo religioso.

Esta falsa contradicción sería a la que alude Mars, criticando ese concepto del fetichismo y lo religioso por extensión; cuando afirma que “…no es a las conchas, ni a las piedras ni al ídolo de madera tallada, ni siquiera a los animales, lo que adora el africano”. La comprensión de lo real que resuelve lo religioso tiene entonces esta otra consistencia de la cultura, que es singular; y nuevamente, esto es lo que habría sido negado con el racionalismo positivo moderno, pero manteniendo su eficiencia fuera de este marco hermenéutico.

Esta distinción es importante, porque desde aquí Mars va a desarrollar una suerte de apología de esa religiosidad; que reduciéndola a lo político, va a responder también a su necesidad aparente como fenómeno social; antes que a su consistencia gnoseológica, por la que efectivamente puede corregir los excesos onto hermenéuticos de la filosofía occidental. Para esto hay ya que dirigirse directamente a esta suficiencia, incluso en la arqueología de sus prácticas tradicionales; que como actualización de las de su origen africano, son en definitiva la forma efectiva en que ocurre esta actualización.

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