Haití y Du Bois, en el Nuevo Pensamiento Negro
Du Bois —el Hegel del mundo negro— es contradictorio,
por su asimilación excelente del pensamiento occidental; al que modifica, aportándole
su experiencia existencial, como el Dasein del que carece naturalmente. El de
Haití es el mismo fenómeno, pero sin la presión del contexto, por lo que su
contradicción no es política; por el contrario, si la contradicción en Du Bois
tiene dos estadios, la de Haití tiene sólo uno, y en esto se hace exponencial.
Esto será lo que haga a Haití tan dúctil a la función
reflexiva de su ascendiente africano, con su valor existencial; contrario a Du
Bois —siguiendo el ejemplo—, que carece de este ascendiente reflexivo, por su
circunstancia política. Lo interesante aquí sería la confluencia de estas dos
singularidades, probando la calidad existencial de la haitiana; que reside en
el realismo práctico de las dos, si bien el de Du Bois es más relativo,
condicionado por el occidentalismo del que participa.
Du Bois tiene que acudir a complejas circunvalaciones
teóricas, como su discurso Una nación dentro de la nación; innecesario y
hasta incomprensible en Haití, donde el concepto de nación no requiere nunca la
conciliación de esta dualidad. Eso no quiere decir que en Haití no hubiera
conflictos raciales, como el existente entre mestizos y negros; sólo que este
no es legislable en una cultura, como en el caso norteamericano, con una menor
densidad política.
De ahí que una inteligencia como Jean Prince-Mars no
tenga que acudir a la filosofía para reflexionar la política; sino que acuda al
folclor, resucitando la función cognitiva típicamente romántica, con su mayor
eficiencia. Debe recordarse que el Romanticismo no es estricta sino
figuradamente una idealización del pasado; actualizándola como referente
reflexivo para una determinación de la actualidad, que es posible en la
naturaleza trans histórica de su estructura.
Por eso Du Bois no puede darse el lujo del romanticismo, respondiendo a la convención política de su entorno; y tiene que acudir a la tradición idealista —la única disponible—, en adecuaciones como el pragmatismo más eficiente de Peirce. Esto sería lo que relacione a ambos fenómenos, en una función complementaria y simbiótica por su paralelismo; con un intercambio de recursos, que redunda en una mayor eficiencia de los dos, con esta confluencia.
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