Un meme filosófico se burla de
Fernando Savater, comparando su Ética
para Amador con la Fenomenología del
espíritu de Hegel; en una caricatura en la que una niña de dramática inocencia
—acaso Sofía la del mundo— le dice a su padre que ya lee filosofía. La pueril
crueldad del meme es contestada con la indignación no menos pueril de un
comentarista, que defiende la simplicidad sintáctica del mexica ante la
dificultad extrema del alemán; como si el problema fuera de estilos de
redacción antes que relativo a la complejidad del objeto que los distancia, en
una pugna ya iniciada al comienzo de estos tiempos de la contradicción
occidental. En efecto, sería cierto que Savater y Hegel coinciden en la
naturaleza filosófica de sus esfuerzos; pero no sería menos cierto que esta
naturaleza —naturaleza al fin— es pródiga en objetos, tan propios como
disímiles. En este caso, por ejemplo, el objeto del mexica es obviamente ético
mientras el del
germano es también obviamente metafísico; obviedad que no obstante
su evidencia continúa enfrentando a críticos y apologetas, ya desde que uno
calificara a las escuelas éticas de Atenas como menores; ante la magnificencia
estructural y cosmológica de platónicos y aristotélicos, calificados con no
poco orgullo de mayores, y por lo mismo igualmente denostados. Casos ha habido de tratar de
disolver ese objeto metafísico, en el esfuerzo absurdo de democratizar las
estructuras de pensamiento; como cuando los investigadores postularon que los
libros de la metafísica de Aristóteles fueron llamados así en el interés
filológico de su compilador, y no porque tuvieran un objeto propio.
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