Friday, April 24, 2015

La filosofía como meme

Un meme filosófico se burla de Fernando Savater, comparando su Ética para Amador con la Fenomenología del espíritu de Hegel; en una caricatura en la que una niña de dramática inocencia —acaso Sofía la del mundo— le dice a su padre que ya lee filosofía. La pueril crueldad del meme es contestada con la indignación no menos pueril de un comentarista, que defiende la simplicidad sintáctica del mexica ante la dificultad extrema del alemán; como si el problema fuera de estilos de redacción antes que relativo a la complejidad del objeto que los distancia, en una pugna ya iniciada al comienzo de estos tiempos de la contradicción occidental. En efecto, sería cierto que Savater y Hegel coinciden en la naturaleza filosófica de sus esfuerzos; pero no sería menos cierto que esta naturaleza —naturaleza al fin— es pródiga en objetos, tan propios como disímiles. En este caso, por ejemplo, el objeto del mexica es obviamente ético mientras el del
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germano es también obviamente metafísico; obviedad que no obstante su evidencia continúa enfrentando a críticos y apologetas, ya desde que uno calificara a las escuelas éticas de Atenas como menores; ante la magnificencia estructural y cosmológica de platónicos y aristotélicos, calificados con no poco orgullo de mayores, y por lo mismo igualmente denostados. 
Casos ha habido de tratar de disolver ese objeto metafísico, en el esfuerzo absurdo de democratizar las estructuras de pensamiento; como cuando los investigadores postularon que los libros de la metafísica de Aristóteles fueron llamados así en el interés filológico de su compilador, y no porque tuvieran un objeto propio. 

Más contemporáneamente, esa raza extraña de los postmodernos provocó una crisis, cuando en vistas de la insuficiencia de su estructuralismo devinieron en un poco más funcionalistas; pasando a llamarse posestructuralistas, para continuar increíblemente esa pueril perpetuidad del conflicto aparente, en vez de zanjarlo con mejor juicio; que al fin y al cabo, tanto el culturalismo antropológico como la evolución puntual de los fenómenos en su propia y respectiva diacronía habría respondido a esa naturaleza complementaria; por la que lo real, que sólo existe en los objetos concretos en que se realiza, lo haría
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justo en la funcionalidad estructural en que se organizarían los mismos. El conflicto sería entonces propio de las prácticas que lo enfrentan, no algo consistente en sí mismo sino la esencia misma de toda escolástica; cuyo objeto no es precisamente la solución de problemas reales sino la perpetuación de los ficticios, de los que derivar entonces un estilo de vida. Ingenuo el animal de costumbres, que se agita ante el señuelo que lo desafía sin percatarse de que es un señuelo; o peor aún, en la pretensión de que por su espíritu práctico no puede detenerse a reflexionar sobre la naturaleza diversionista del pañuelo rojo que ante él se agita.

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