Wednesday, April 1, 2015

Ligam Writing

Por Ignacio T. Granados
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Afirmar que las culturas orientales ven con más naturalidad el sexo a causa de su adoración del pene, no sólo es una falacia abominable; de hecho es de un simplismo que llegaría a lo p\ofensivo, visto el nivel de énfasis con que se le trata, con hasta festivales y ritos de fertilidad. Natural sería que lo trataran con indiferencia y no con esa veneración exhibicionista, que de paso no se le dedica a los genitales femeninos; si prácticamente hubo que condensar a toda la heterosexualidad masculina de la vanguardia, para que un sólo Courbet protestara a nombre del origen del mundo; aunque hay que reconocer que en la India, el Lingam —del dios Shiva— se representa en conjunto con el Yoni de la diosa Shakti, que es su equivalente femenino. En cambio, esa exacerbación oriental del genital masculino sería perfectamente equiparable a la pacatería judeo cristiana contra la que la enarbolan, enhiesta como su propio fetiche en gloria; porque en definitiva se trataría de esa centralidad del objeto, que todo lo determina igual desde el ostentoso Lingam que desde el silicio monástico, que sólo Dios sabe el erotismo que sublima tántrico.
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Al fin y al cabo, es evidente que de la cultura oriental lo único comprensible es el orientalismo occidental; como esa falsa serenidad del disidentismo cristiano que se refugia en el budismo, siempre obnubilado por la femenil pasividad del Yang. Igual se ve en esa otra coincidencia con que todas las religiones convergen en el culto mistérico de la cabeza, lo mismo si la rapan parcial o totalmente; o como si la cubren en esa delicadeza con que a diferencia de monjes y santeros, obispos y judíos se tapan igual la mollera.


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